El 24 de marzo de 1812, mientras en Cádiz se proclamaba una Constitución liberal, que afirmaba la soberanía de Fernando VII frente a la ocupación francesa, y en Hispanoamérica se extendía la lucha por la independencia de las colonias, en Cuba, un negro libre, carpintero y ebanista de profesión, llamado José Antonio Aponte, era arrestado luego de encabezar una sublevación antiesclavista en el ingenio de Peñas Altas, al este de La Habana.
La historiadora Ada Ferrer, de la Universidad de Nueva York, que ha estudiado la revuelta de Aponte como resonancia de la Revolución Haitiana en el Caribe, y el artista haitiano Édouard Duval Carrié, intentaron reparar la desaparición de aquel libro con una exposición reciente en el King Juan Carlos Center
Aponte había sido miembro de las milicias habaneras, viajó a San Agustín y otras ciudades del sur de la Florida y, luego de su retiro militar, recorrió la isla como tallador. Su experiencia en las hermandades Yoruba de La Habana lo situaban en el centro de la comunidad liberta de la isla, donde se preservaban los valores de la diáspora afroantillana y se asumía la pertenencia de Cuba a un Caribe negro, imaginado en tensión o ruptura con los reinos de la monarquía católica española.
Durante el proceso contra Aponte en La Cabaña, los oidores y jueces españoles ordenaron el registro de la casa del líder negro, donde encontraron un libro artesanal de pinturas, con diversas imágenes y alegorías. Aponte había declarado que en su casa encontrarían los mapas y banderas de la insurrección, pero lo que encontraron fue una pequeña biblioteca, con El Quijote de Cervantes y el Arte retórico de Nebrija, y aquel libro misterioso. En abril de 1812, el régimen colonial ahorcó a Aponte y, por lo visto, incineró el libro, ya que el único testimonio de su contenido, luego de dos siglos, es el de los interrogatorios en La Cabaña.
[caption id="attachment_735337" align="alignnone" width="696"] La exposición Visionary Aponte: Art and Black Freedom, recrea el arte perdido de José Antonio Aponte reuniendo las obras de más de una docena de artistas contemporáneos.[/caption]
Historiadores como José Luciano Franco y, más recientemente, el chileno Jorge Pavez Ojeda, quien ha hecho la transcripción más completa del expediente del proceso, alojado en el Archivo Nacional de Cuba, lograron reconstruir las imágenes del libro. Había allí escenas de la creación del mundo según el Génesis, la expulsión de Adán y Eva del paraíso, dibujos de los planetas, de los dioses greco-latinos y de los santos y apósteles cristianos, escenas de guerras en las que peleaban soldados negros y blancos, representaciones de los reyes Carlos III y Carlos IV, de los líderes negros de la Revolución Haitiana, de las Vírgenes de Regla y los Remedios, y un autorretrato del propio Aponte, que los jueces imputaron como indicio de una autoproclamación monárquica.
La historiadora Ada Ferrer, de la Universidad de Nueva York, que ha estudiado la revuelta de Aponte como resonancia de la Revolución Haitiana en el Caribe, y el artista haitiano Édouard Duval Carrié, intentaron reparar la desaparición de aquel libro con una exposición reciente en el King Juan Carlos Center. Ambos convocaron a artistas contemporáneos, como los cubanos José Bedia, Clara Morera, Teresita Fernández, Glexis Novoa y Juan Roberto Diago o los afroamericanos Leonardo Benzant, Nina Angela Mercer, Vickie Pierre y Jean-Marcel St. Jacques, que trabajan visualmente con motivos de las láminas perdidas de Aponte y con el propio legado del líder negro en la tradición anticolonial y antirracista de las Américas.
Las imágenes artesanales cumplían una función equivalente a los manifiestos y las proclamas de líderes separatistas hispanoamericanos como Hidalgo, Morelos, Bolívar, San Martín o Sucre
Una idea que hace visible esta muestra, titulada “Visionary Aponte. Art & Black Freedom”, es que aquellas imágenes artesanales cumplían una función equivalente a los manifiestos y las proclamas de líderes separatistas hispanoamericanos como Hidalgo, Morelos, Bolívar, San Martín o Sucre. Las pinturas de Aponte, que, en muchos casos, más que escenas alegóricas de civilizaciones pasadas, eran sueños o visiones del futuro, servían de documentación programática de la revuelta armada, en una profética conjunción entre arte y política.