Se estrenó en un conocido canal de Internet la cuarta adaptación fílmica de la novela de Juan Rulfo Pedro Páramo. La primera fue de 1967, la segunda de 1976 y la tercera de 1981. Ninguna de ellas tuvo éxito artístico ni comercial.
Con esos tristes antecedentes, se esperaba muy poco del cuarto intento de trasladar la novela de Rulfo al cine. Es más, algunos pensábamos que, por sus características tan peculiares, Pedro Páramo se trataba de una de esas obras literarias que no se pueden convertir en buenas películas o que, por lo menos, requieren de un genio de la dirección para generar algo decente. Recuerdo que en una conversación con amigos sobre este tema dije que yo creía que el único que pudo haber hecho una versión cinematográfica que estuviera a la altura de la novela era el fallecido Andréi Tarkovski y que, por lo mismo, jamás veríamos una película basada en la obra de Rulfo que valiera la pena.
La cuarta adaptación de Pedro Páramo, dirigida por Rodrigo Prieto, no es el tipo de película de arte que hubiera filmado Tarkovski. Se trata de una versión comercial de la novela; sin embargo, creo que hay que conceder que tiene suficientes méritos para que podamos decir que se ha roto la maldición de llevar a la obra de Rulfo al cine. Ello no quiere decir que se trate de una película redonda, sin objeciones, pero, me parece que logra ofrecer, de manera muy competente, una interpretación de la novela que resulta fidedigna al texto original y que, al mismo tiempo, logra traducir de manera creativa mucho del espíritu del libro a un lenguaje estrictamente cinematográfico.
Se han marchado en el invierno
La mayor fortaleza de la película, en mi opinión, es el guion de Mateo Gil, conocido por sus colaboraciones con Alejandro Amenábar. Sobre la base del libreto, la fotografía realizada por el propio Rodrigo Prieto, camarógrafo de primer nivel, con la ayuda de Nico Aguilar, destaca por su belleza y precisión. La ambientación, el vestuario y el sonido también tienen aciertos. Algunas actuaciones son destacables. Menciono dos: la de Héctor Kotsafakis como Fulgor Sedano (papel que interpretó López Tarso en la primera versión y que ahora, con Kotsafakis adquiere mayor hondura) y la de Yoshira Estrada, como la hermana de Donis, que proyecta una presencia fílmica sorprendentemente poderosa y seductora. La interpretación de Ilse Salas como Susana San Juan también es, de lejos, la mejor de todas las adaptaciones anteriores. Salas logra capturar de manera convincente los matices del personaje: su drama, su locura, su amargura, su sexualidad.
Hay que reconocerle a Rodrigo Prieto su valentía para llevar a cabo este proyecto que parecía imposible. El producto final es una película que merece ser vista sin que se sienta como una traición a la novela de Rulfo y, ya sólo por eso, es un gran logro.