Que 2025 sea memorable para quien lee estas líneas. Dicen que la diferencia entre los países latinos y los anglosajones respecto al año que comienza es que los primeros pedimos deseos, mientras los segundos hacen propósitos. Con ello en mente, quiero invitarle a comenzar el año con un nuevo reto al que, con toda seguridad, ha estado expuesto sin siquiera saberlo.
La inteligencia artificial está cada vez más presente en nuestras vidas. Un ejemplo sencillo es la sugerencia de palabras o frases que aparecen cuando redacta un mensaje vía WhatsApp o correo electrónico, o los modelos de procesamiento de lenguaje natural (como ChatGPT, por ejemplo). Estos han logrado, en buena medida, superar la prueba de Turing. Esta evalúa la capacidad de una máquina para exhibir un comportamiento “inteligente” indistinguible del de un humano. Consiste en que un evaluador interactúe a través de un canal de comunicación textual con un humano y una máquina, sin saber quién es quién; si no puede distinguirlos, la máquina ha pasado la prueba.
La IA también ha permitido hallazgos relevantes en otros ámbitos. En el campo médico se han dado avances en el reconocimiento de imágenes que permiten mejores diagnósticos tempranos asistidos por IA, así como el desarrollo de vacunas y medicinas en menor tiempo. En el ámbito de la automatización y la robótica se han logrado optimizar procesos industriales, así como desarrollar robots con movimientos avanzados y capacidad de toma de decisiones.

Rocha Cantú en París
Desde luego que también existen múltiples retos o riesgos derivados del rápido avance de la IA. Algunos de los ámbitos de oportunidad incluyen reducir los sesgos en los sistemas de carácter racial, de género u otros, producidos en buena medida por el perfil de quien los desarrolla. También se ha exigido que los sistemas sean más equitativos para distintas poblaciones y países, reduciendo las brechas de acceso y uso, por ejemplo. El acceso a la capacidad de uso entre los países desarrollados y el resto del mundo es abismal. El reto ecológico se mantiene presente: los sistemas de IA suelen utilizar cantidades relevantes de energía y agua en los centros de datos para la refrigeración de los servidores. Por último, se encuentran los retos éticos en la utilización de estos sistemas, que han llevado a algunos de sus otrora promotores a plantear una pausa en su desarrollo para entender mejor las potenciales consecuencias nocivas.
Lo cierto es que la IA llegó para quedarse. Así que, aprovechando que el año recién comienza, le invito a dedicarle un par de horas a probar algunos de los sistemas más accesibles. Puede hacerle alguna pregunta a su asistente de Meta en su cuenta de WhatsApp. También podría usar el programa Gemini o el notebook de Google si tiene una cuenta de Gmail. Así encontrará herramientas que, seguramente, le serán útiles en su vida.

