LA VIDA DE LAS EMOCIONES

La complejidad del consentimiento

Valeria Villa<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Valeria Villa*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Gente inteligente pero poco dispuesta a cuestionar sus certezas, piensa que es una salvajada el juicio a Luis Rubiales, exdirigente del futbol español, por el beso no consentido a Jennifer Hermoso y por posteriores coacciones contra ella después de que España ganara el mundial femenil en 2023. Algunos se preguntan cómo es posible que se considere una agresión sexual algo que estaba a la vista de millones de personas y que Jennifer no rechazó de inmediato. Que la alegría y la euforia por la victoria justifican el desborde de Rubiales. Que si se le juzga a él, se quitará el foco de las “verdaderas violencias sexuales”, como si se tratara de elegir entre una cosa y otra.

Claro que no se trata de que todos pensemos igual sobre temas relevantes para la vida de las mujeres, pero sí habría que admitir que nadie, desde afuera, puede calificar qué es violento y qué no, dejando a un lado lo que siente quien lo vivió en carne propia. Jennifer Hermoso recibió amenazas de muerte cuando regresó a Madrid por atreverse a denunciar una conducta que a todas luces fue inapropiada. ¿Está bien que una figura de autoridad bese en la boca a una jugadora? ¿Tenía Rubiales tanto poder, que para Hermoso fue imposible negarse a la imposición de un beso? ¿Las víctimas se convierten en victimarias porque la agresión sexual, según un grupo determinado, es otra cosa?

De lo que siempre debería tratarse es de pensar y de cuestionar. Yo pienso que está muy bien que este juicio tenga lugar y dejar de justificar conductas no consentidas, aunque se trate de un “beso inocente” porque forma parte de un mal estructural, de un continuo que va desde acciones no tan obviamente violentas, hasta el acoso y la violación. Es frecuente que cuando ciertos hombres son acusados de violencia sexual, recurran a la imagen de la Inquisición, para verse a sí mismos como los perseguidos por fanáticas feministas, sin hacerse responsables de los propios actos.

Los hombres con relevancia económica o con poder, son quienes muchas veces protagonizan estos incidentes. La estrategia más frecuente es desacreditar a la víctima, porque sonreía. Hermoso ha dicho que cómo no iba a sonreír, si había ganado la Copa del Mundo y eso nadie se lo iba a quitar. Parece que necesitamos víctimas perfectas para creerles. En vez de centrarse en lo inapropiado de la conducta de Rubiales, muchos se concentran en ella y en lo exagerado de su alegato, en lo mala persona que debe ser para hacer sufrir a las hijas de Rubiales, quien por supuesto las usa de escudo.

Según la ONU, 35 por ciento de las mujeres en el mundo ha sufrido violencia sexual, algo así como un millón 333 mil mujeres. En un artículo firmado por Isabel Valdés para El País titulado “Aquello no fue un sí”, se presentan testimonios de mujeres de todo el mundo, que enviaron sus historias a la redacción del periódico, contando sobre esas veces en las que no hubo consentimiento en experiencias sexuales. Mujeres que se paralizaron por el miedo, que no sabían que podían decir que no en cualquier momento del encuentro. Relatos de mujeres entre los 16 y los 78 años, que “en ese instante no percibieron la violencia como violencia”.

Hay quien dice que a Jenni la manipularon y la obligaron a decir lo que no sentía, pero ella ha declarado una y otra vez ser la víctima de un incidente vergonzoso y abusivo contra su persona, que forma parte de una estructura que disculpa a los hombres con poder: es que se emocionó, perdió la cabeza, pero no fue con mala intención, afirman sin dudar.

Un jefe no debe besar en la boca a una empleada como parte de una celebración.

Que nos sirva a todos para pensar, antes de caer rápido en la trampa de creer que sólo es violencia si es en la oscuridad, si hay armas de por medio, si hay golpes o si es un desconocido, y entonces ignorar el hecho de que las mujeres apenas están tomando conciencia del papel pasivo que han jugado sobre sus propios cuerpos, porque el consentimiento está influido por lo cultural y lo colectivo. Ojalá que no seamos, sin darnos cuenta, negacionistas de la violencia de género.

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Por: Valeria VillaLa complejidad del consentimiento

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