El gobierno de Claudia Sheinbaum consiguió, en acuerdo con el gobierno de Donald Trump, suspender por un mes la aplicación de 25% de aranceles a las importaciones mexicanas. A cambio el gobierno mexicano se comprometió a enviar 10 mil efectivos de la Guardia Nacional para controlar la migración en nuestra frontera norte, especialmente en Sonora, Chihuahua, Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, así como el tráfico de fentanilo y logró la instalación de mesas de trabajo para revisar el tráfico de armas de Estados Unidos a México y discutir la coordinación en materia de seguridad y comercio entre ambos países.
El resultado de esta primera atajada por parte del gobierno mexicano a las medidas proteccionistas de Estados Unidos es de reconocerse y celebrarse, en su justa medida. También es sorpresivo, para bien, el reconocimiento de Donald Trump hacia la mandataria mexicana quien dio señales de que se puede iniciar una relación de cooperación entre ambos países durante su mandato. Este reconocimiento contrasta con las declaraciones de Trump sobre Canadá, quien insiste en que el país del norte se incorpore a la unión americana como su estado 51. Me parece que el menos dañado en este juego arancelario de presión, además de Estados Unidos que es quien lo provocó, ha sido México.
Ahora, este mes hay que celebrarlo como lo que es: tiempo extra para lograr acuerdos con Estados Unidos y evitar la aplicación de los aranceles. Como se ha discutido ampliamente los aranceles afectarían a las importadoras estadounidenses y compañías que exportan sus productos hacia el norte, impactando a la población consumidora en Estados Unidos y los estados fronterizos con México. Pero también afecta severamente a la industria mexicana, produciéndose un riesgo alto de desempleo o de disminución en salarios en las plantas y fábricas de México y afectando severamente la estrategia para aprovechar el nearshoring.

Importante reconocimiento a la SHCP
El riesgo no se ha esfumado, sólo se ha pospuesto. Si éste será un juego que se repite ad infinitum durante los próximos años, ya produce suficiente daño sin necesidad de aplicar los aranceles. Aumenta la incertidumbre, reduce expectativas y confianza en México, reduciendo el potencial de inversión extranjera que se venía dibujando desde el final de la pandemia y haciendo recapacitar decisiones de inversión en el país.
No obstante que esta dinámica no beneficia a la región y específicamente a México, el gobierno de Sheinbaum recibe algunos beneficios de estos encontronazos, sobre todo en el plano político. La Presidenta se ha envuelto en la bandera, defendido la soberanía nacional y le ha puesto el pecho a las balas frente a los señalamientos de Donald Trump. Esta actitud le ha valido reconocimiento internacional y orgullo en sus bases y en general en la población mexicana. Permite armar una coalición alrededor de su figura y su postura que diluye las críticas que venía arrastrando su gobierno por su control en el Congreso y la reforma judicial. Frente a esta ola de reconocimiento y admiración a su gestión, la oposición mexicana se ve diminuta y parece aguardar el tropezón de Sheinbaum en su relación con Estados Unidos, lo que los deja en una posición incómoda.
Por otra parte, dentro de este affair quedó flotando uno de los temas más relevantes del anuncio de la Casa Blanca de la imposición de aranceles: el vínculo entre el gobierno mexicano y las organizaciones del narcotráfico. El asunto quedó un poco en el olvido y no ha habido una respuesta contundente por parte del gobierno mexicano desmintiéndolo —lo cual no implica un reconocimiento de esos señalamientos. No obstante, de avanzar la presión de Estados Unidos para que México ponga en orden el asunto de la seguridad pública, puede que el gobierno acelere sus estrategias para controlar el crimen organizado y sobre todo la violencia producida en amplias regiones del territorio nacional produciendo beneficios para la población en general.
El detalle en esto último tiene que ver con cuál va a ser la cooperación que habrá entre el gobierno de Estados Unidos y México, en un entorno político estadounidense en donde las posturas están radicalizadas y no se perciben como unas de cooperación o colaboración, sino de intervención e intromisión. Eventualmente, el gobierno mexicano tiene dentro de esta crisis una oportunidad y es la atención prioritaria del gobierno estadounidense en un tema que ni los gobiernos de la 4T, ni de la transición han podido resolver. El gobierno de Sheinbaum tiene que también poner atención en sus mesas de trabajo y negociación en esa participación estadounidense en las tareas de seguridad y convertir este entorno adverso en uno que permita la gobernabilidad y la viabilidad de la región norteamericana.

