EL ESPEJO

Tres años de una guerra que inició Rusia

Leonardo Núñez González. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

El 24 de febrero del 2022, alrededor de 100 mil soldados rusos cruzaron las fronteras con Ucrania e iniciaron la invasión militar más grande de un país europeo desde la Segunda Guerra Mundial, declarando una guerra de conquista que Rusia llamó eufemísticamente una “operación militar especial”.

El objetivo era claro: realizar un avance relámpago desde el norte para llegar a la capital, Kiev, en una marcha que debía recorrer alrededor de 120 kilómetros y, el mismo día, derrocar al Gobierno de Zelenski, capturándolo o asesinándolo. Al mismo tiempo, desde el este y el sur del país los rusos avanzaron sobre las principales ciudades ucranianas y capturaron alrededor de 25% del territorio.

Los servicios de Inteligencia estadounidenses habían advertido la posibilidad de la invasión desde semanas antes, pues Rusia había comenzado a movilizar a sus tropas del lado ruso y también en Bielorrusia bajo la excusa de que se trataba de simples ejercicios de práctica para sus tropas. Públicamente, Putin y su Gobierno hasta se indignaban de que los acusaran de querer realizar una invasión, descartándolo como propaganda para desprestigiarlos.

Los rusos estaban confiados en que su estrategia para adueñarse de Ucrania sería un éxito, pues el tamaño de la fuerza de invasión era mucho más grande y aparentemente capaz que el ejército ucraniano. La percepción de que Rusia destrozaría a Ucrania en cuestión de horas o días también estaba en sus propios aliados, al punto que documentos de Inteligencia estadounidenses y europeos mostraban la certeza de que Ucrania no podría ganarle al ejército ruso.

Sin embargo, Ucrania resistió. Si tuviera que buscarse cuál fue el evento que lo cambió todo, sin duda se trataría de la batalla por el aeropuerto de Hostomel, que está a sólo 10 kilómetros de la capital ucraniana y los rusos planeaban capturar para crear un puente aéreo que les permitiera poner a sus soldados a las puertas de Kiev sin mayor dificultad. Decenas de helicópteros rusos tomaron el aeropuerto, junto con brigadas de paracaidistas que capturaron ese punto vital. Derrotados, los ucranianos se replegaron, pero no para rendirse, sino para preparar la contraofensiva.

En una cruenta batalla, Ucrania se impuso y recuperó el aeropuerto, arruinando el plan ruso. Las columnas con miles de soldados que ya avanzaban por tierra creían que serían recibidos como héroes liberadores, pero se encontraron con una nación dispuesta a pelear por su vida y que logró evitar que llegaran a la capital. El mensaje del presidente Zelenski anunciando que no huiría de Kiev, sino que se quedaría para coordinar la defensa, llenó de energía a todo un pueblo que se enfrentaba al exterminio, como lo mostraron las horrendas matanzas y torturas indiscriminadas de civiles que los rusos hicieron en pueblos como Bucha. Si la guerra no ha terminado es porque el pueblo ucraniano logró lo que nadie creía pagando con su sangre. David detuvo a Goliat.

Hoy, 3 años después, el Gobierno de Trump se ha aliado con el de Putin al adoptar toda su narrativa, llegando a declarar que Ucrania inició esta guerra y hasta que es su culpa haber sido invadidos por un imperio que pretendía arrebatarle su territorio. Aceptar sin más una mentira flagrante como una verdad es el primer paso para perder todas las coordenadas de la realidad. No podemos olvidar quién comenzó esta guerra.

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