Finalmente, Donald Trump ha aplicado aranceles de 25% contra México y Canadá, y de 20% contra China. Una semana antes había anunciado un aumento de tarifas a Europa, por lo que su política de guerra comercial arranca atacando a sus principales socios y aliados en el mundo. Una nueva visión proteccionista, contraria al libre comercio y partidaria de los procesos de reindustrialización, se instala, paradójicamente, no en América Latina o el Caribe, sino en Estados Unidos.
Hace cuatro décadas, antes de la expansión del neoliberalismo en esta parte del mundo, la industrialización, la sustitución de importaciones y la presión arancelaria eran herramientas comunes del desarrollismo latinoamericano. Entre los años 50 y 70, convergieron en la persuasión desarrollista todas las corrientes económicas latinoamericanas: Raúl Prébisch y la CEPAL, Víctor L. Urquidi y El Trimestre Económico, las alas más radicales y moderadas de la Teoría de la Dependencia (Cardoso, Dos Santos, Bambirra, Gunder Frank…), la Revolución cubana y la vía chilena al socialismo.
Aquellas estrategias autárquicas de desarrollo económico fueron abandonadas a fines del siglo XX por la mayoría de los países de la región, que apostaron a una mayor integración al mercado mundial y a la creación de bloques económicos regionales. México quedó inmerso en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), mientras Suramérica, a iniciativa, sobre todo, de Brasil, Argentina y Uruguay, propiciaba la creación de Mercosur.

¿Y si en la propia 4T frenan la electoral?
Durante el primer cuarto del siglo XXI, la izquierda latinoamericana, especialmente en su rama bolivariana, fundada por Fidel Castro y Hugo Chávez, se planteó como meta el combate al neoliberalismo. Para que ese combate se diera plenamente no sólo era necesario detener el avance de la privatización y recuperar el Estado, sino cambiar los circuitos de integración comercial y financiera a nivel mundial. Este segundo objetivo fue siempre más complicado de realizar, como se evidenciaría con la aproximación de Chávez al Mercosur y su papel en Unasur.
En México, con el PRD y luego Morena, se dio la curiosa combinación de una izquierda contraria al neoliberalismo, pero partidaria del libre comercio y la integración a América del Norte. El Presidente López Obrador dio por superado el neoliberalismo durante el primer sexenio de la Cuarta Transformación, a la vez que profundizaba la integración a Estados Unidos y Canadá con el T-MEC.
El giro proteccionista de Trump puede producir el colapso del neoliberalismo que deseó y defendió la izquierda altermundista desde los últimos años del siglo pasado. Todo aquello que se coreó en Seattle, en Porto Alegre y en Génova no era realizable desde un programa nacional de cualquier izquierda latinoamericana, en Brasil, México o Venezuela. Se requería de una alteración del sistema del comercio mundial y es lo que Donald Trump y la derecha global están ofreciendo desde su mero centro.

