VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

La caída del imperio estadounidense

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Todos los imperios caen. Todos. Incluso aquellos que parecen estar en el ápice de su poder. Sin embargo, a pesar de esta verdad histórica, es difícil imaginar que estemos presenciando, en vivo y en directo, la caída del imperio más poderoso de la humanidad.

Desde una perspectiva histórica a largo plazo, los setenta años de hegemonía de Estados Unidos, que pasó de ser una potencia regional a una potencia mundial tras su victoria en la Segunda Guerra Mundial, parecen estar dentro del promedio.

Las razones de su descenso son varias: el ascenso de otros poderes (China), el fracaso de su expansión y ambición imperial en Afganistán e Irak —por mencionar sólo algunos de los fiascos en política exterior y militar estadounidense— y, por último, lo que parece ser el autogol más grande de la historia: la nueva política aislacionista y la ruptura de las alianzas clásicas de Estados Unidos (con Europa y Canadá), a pocas semanas del inicio de la presidencia de Trump.

Algunos analistas y académicos, sobre todo aquellos que se enfocan en los procesos de descolonización, han celebrado los primeros signos de la caída de este imperio que, como todos, ha causado gran dolor a lo largo de las décadas. Sin embargo, éstos parecen ignorar dos importantes verdades históricas adicionales: ningún imperio cae en silencio y un nuevo imperio terminará, tarde o temprano, por ocupar el vacío de poder dejado por el imperio saliente. Tomemos como ejemplo al predecesor de Estados Unidos, el imperio británico. Su caída fue sangrienta y dolorosa, e incluyó una serie de guerras de descolonización y dos guerras mundiales. Sin embargo, afortunadamente, fue Estados Unidos, y no la Alemania nazi, quien ocupó el vacío de poder y se convirtió en el guardián del mundo occidental. Es cierto que la intervención estadounidense, por ejemplo en América Latina o en el sureste asiático, dejó un saldo imperdonable de vidas. No obstante, creo que a todos nos queda claro por qué la hegemonía estadounidense es preferible a la nazi.

¿Quién ocupará el vacío de poder si Estados Unidos termina por retraerse y convertirse, como desea Trump, en un poder regional en el continente americano, renunciando a sus alianzas con Europa y otras democracias del mundo? El destino de Ucrania nos dará una gran probadita de lo que se avecina en los próximos años. Si Washington cede ante Putin, sólo Europa podrá ocupar ese vacío y tratar de impedir una victoria rusa y el fin de la soberanía ucraniana. En este momento, Europa no tiene un liderazgo claro que esté a la altura de las circunstancias. Macron está de salida, el primer ministro británico no ha logrado consolidarse como un líder fuerte y en Alemania se celebraron elecciones hace apenas unos días. Sin embargo, la amenaza es tan grande que quizás este reacomodo de poder sea lo único que logre sacar a Europa del sopor de la última década.

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