TEATRO DE SOMBRAS

Fenomenología de la alerta sísmica

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Durante la Segunda Guerra Mundial se instalaron sirenas en varias ciudades europeas para avisar a la población que se acercaban aviones bombarderos enemigos. El sistema de alerta sísmica que tenemos en la Ciudad de México también utiliza sirenas que nos avisan de la inminencia de un terremoto. Hay 13 mil bocinas distribuidas por toda la ciudad que emiten un sonido característico de alerta.

Los que hemos vivido sismos, como el de 1985, entendemos la importancia de contar con un sistema de alerta sísmica como el que tenemos ahora. Unos cuantos segundos de advertencia pueden salvar vidas. Si en 1985 hubiera existido la alerta, es probable que el saldo mortal de aquel terremoto hubiese sido menor. Sin embargo, la experiencia de escuchar la alerta sísmica genera una serie de creencias y emociones que se han agregado a la vivencia propia del terremoto. Por eso mismo, podríamos decir que se puede formular una suerte de fenomenología de esa alerta.

Una primera manera de abordar el asunto es desde una perspectiva epistemológica. Cuando escuchamos la alerta sabemos que algo malo va a suceder, pero ignoramos qué tan malo será: puede ser una ligera sacudida que apenas se perciba o puede ser un movimiento violento que destruya casas, abra grietas y mate a decenas de miles de seres humanos. Esta tensión entre saber que un mal acontecerá e ignorar la dimensión de ese mal genera una sensación muy angustiante. A esta peculiar inquietud se le suma que la alerta dure tan poco tiempo antes de que comience el sismo. En ese brevísimo lapso, es inevitable recordar otras ocasiones en las que hemos experimentado lo mismo. Por eso, el sonido de la alarma detona una sensación que merece calificarse como traumática. Quienes han vivido en ciudades sometidas a bombardeos, comparten con nosotros, los habitantes de la ciudad de México, ese pavor que se detona cada vez que se escucha el sonido de la alarma.

Para algunos, lo peor no es el bombardeo o el terremoto sino ese sonido taladrante que sacude en lo más profundo del alma. Por lo mismo, cuando las sirenas suenan por error, hay gente que sufre lo mismo que con un terremoto verdadero.

Capitalinos salen de sus casas tras activarse la alarma sísmica, en febrero del 2024
Capitalinos salen de sus casas tras activarse la alarma sísmica, en febrero del 2024 ı Foto: Cuartoscuro

Podemos distinguir cuatro momentos de la experiencia emocional que se tiene cuando uno escucha la alerta sísmica. El primero es el de la detección de la señal, que a veces nos puede hacer dudar si no es otro sonido semejante, por ejemplo, la alarma de un auto. El segundo momento es el de hacerse a la idea de que el terremoto va a suceder y que, por lo mismo, debemos actuar de alguna manera. Es en ese momento que tomamos de manera rapidísima la decisión de qué hacer, de acuerdo con las circunstancias: avisar a los demás, correr hacia la puerta, quedarse en el mismo sitio porque no hay hacia dónde escapar, o incluso fingir que no se ha escuchado la alerta y seguir en la cama. El tercer momento es el de la acción propiamente dicha: la huida o el resguardo, o la parálisis que, en este caso, también se vive como algo que se hace, incluso en contra de nuestra voluntad. El cuarto momento, es el de esperar desde el resguardo, estar atento a que comience el temblor, ver cómo las lámparas colgadas desde el techo empiezan a bailar, escuchar crujir los muros, sentir el movimiento del piso, padecer el vértigo de la sacudida. Casi siempre, la alerta sísmica sigue sonando mientras dura el terremoto. Aquí se suman las dos experiencias de una manera terrible. Es como si la sacudida mortal tuviera una siniestra música de fondo. La analogía que viene a la mente es la de las trompetas del apocalipsis. No sabemos si la alerta es la que causa el terremoto o simplemente lo anuncia. De cualquier manera, su sonido nos hace esperar lo peor, sin que haya nada que podamos hacer para evitarlo.

La alerta sísmica está diseñada para que hagamos lo que podamos para escapar de la muerte. Sin embargo, también puede concebirse como el anuncio cruel de que nuestra muerte está por llegar y de que nuestra despedida de la vida estará acompañada por su sonido rítmico y dramático.

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