APUNTES DE LA ALDEA GLOBAL

Archivar la Guerra Fría

Imagen compuesta de los 64 000 archivos sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy desclasificados por orden de Donald Trump
Imagen compuesta de los 64 000 archivos sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy desclasificados por orden de Donald Trump Foto: AP

No dejan de ser sorprendentes las lecturas antitéticas o contradictorias que suscitan, en estos días, los 64 000 archivos sobre el asesinato del presidente John F. Kennedy desclasificados por orden de Donald Trump. En las redes pueden encontrarse todo tipo de conclusiones: desde las más esperadas que atribuyen el magnicidio a la CIA o a Fidel Castro hasta las más rocambolescas que involucran a los soviéticos, el Mossad o la mafia italiana.

La desclasificación no ha hecho más que elevar a la máxima potencia el estado de opinión escéptico y especulativo que, desde hace sesenta años, rodea la tesis oficial de que Lee Harvey Oswald fue el único responsable de la muerte de Kennedy el 22 de noviembre de 1963. La información liberada suma más dudas a la tesis del asesino solitario, pero tampoco ofrece indicios suficientes para sostener cualquier otra hipótesis.

Los documentos desclasificados son de muy diverso tipo, pero predomina uno: los memorándums de la CIA con información de sus agentes por todo el mundo, antes y después del magnicidio en Dallas. Se trata de un voluminoso material que ofrece una radiografía del trabajo de la CIA entre los años 50 y 70. Hablamos de un archivo de la Guerra Fría que expone la forma en que, sobre todo, Washington, pero también Moscú, México y Cuba, por lo menos, movían sus fichas de inteligencia en contra o a favor del comunismo internacional.

Hay memorándums que revelan el seguimiento que la CIA y el FBI hicieron de las visitas de Lee Harvey Oswald a las embajadas de la Unión Soviética y Cuba en México en septiembre de 1963, dos meses antes del asesinato del presidente. El exmarine había vivido en Minsk entre 1959 y 1962 y quería viajar a Cuba y de ahí, nuevamente, a Moscú. Desde su regreso a Estados Unidos, Oswald se había vinculado con el Fair Play for Cuba Committee de Nueva Orleans, una organización con sede en Nueva York que promovía el fin del embargo comercial y la buena relación entre Washington y La Habana.

Sin embargo, Oswald, un marine estadounidense que había desertado y se había mudado a la Unión Soviética y que luego se había arrepentido de su deserción, también estuvo relacionado con Carlos Bringuier, miembro de la organización anticastrista Directorio Revolucionario Estudiantil en Nueva Orleans. Aquellas conexiones de Oswald con los soviéticos, con Silvia Durán, una mexicana que trabajaba en la embajada de Cuba en México y con los anticastristas de Nueva Orleans fueron generando, con los años, decenas de informes, que no aportaban mayor claridad a los sucesos de Dallas.

Por esa vía, los informes contienen noticias sobre Cuba en los años 60, relativamente conocidas. Se habla, por ejemplo, de la ofensiva cubana contra el guerrillero anticastrista Oswaldo Ramírez en las montañas de El Escambray, quien fuera ejecutado en abril de 1962, o del apoyo de Cuba a las guerrillas de Fabricio Ojeda en Venezuela y Hugo Blanco en Perú, los dos, movimientos bien ubicados en la primera generación de la lucha armada guevarista en América Latina.

También se ofrecen detalles del apoyo de Cuba a todo tipo de guerrillas latinoamericanas en los años 60 y algunos informantes atinan al observar que eso, más que una acción directa contra Estados Unidos después del pacto Kennedy-Kruschov de octubre de 1962, sería lo prioritario para el gobierno cubano. Otra vez, algo tan aceptado por la historiografía contemporánea como las múltiples evidencias de la gran capacidad de acción de la oficina de la CIA en la Ciudad de México, al mando de Winston Scott.

Tal vez, lo único que contribuye a esclarecer esta desclasificación es el por qué de tan prolongada clasificación. Durante décadas, las administraciones estadounidenses se negaron a la liberación de estos informes no porque fueran a aclarar el asesinato de Kennedy sino porque exponían la arbitrariedad, el despropósito y la ineficacia de sus aparatos de seguridad durante la Guerra Fría.