En los últimos meses, hemos sido testigos de varios casos emblemáticos de presunta violencia sexual involucrando a políticos identificados con la izquierda. En todos estos casos, los implicados han proclamado su inocencia, lo cual era de esperarse.
Sin embargo, lo verdaderamente grave no es sólo la acusación en sí, sino el encubrimiento por parte de los partidos que los respaldaron, los cuales, paradójicamente, se benefician políticamente de apoyar las causas feministas. A continuación, se presenta un breve recuento de algunos de estos casos.
El caso más notorio es el de Íñigo Errejón, fundador del partido Podemos, quien, tras romper con Pablo Iglesias, se unió a Sumar. Errejón, quien se proclamaba aliado del feminismo y utilizaba un lenguaje inclusivo, abogaba por la máxima “yo te creo, hermana”, es decir, por validar automáticamente el testimonio de una víctima. La credibilidad de Errejón comenzó a cuestionarse en octubre de 2024 cuando la periodista Cristina Fallarás publicó testimonios anónimos sobre supuestas actitudes machistas y agresiones sexuales por parte de Errejón. El escándalo escaló cuando la famosa presentadora Elisa Mouliáa hizo acusaciones similares en diciembre. La caída de Errejón fue simbólica, pues puso en entredicho la sinceridad y coherencia de aquellos hombres que adoptan públicamente las consignas feministas. Iñigo renunció a sus cargos políticos, se retiró de la vida pública y mantuvo su inocencia, argumentando que los hechos fueron consensuados.
Recientemente, surgió el caso de Juan Carlos Monedero, politólogo y también cofundador de Podemos, a quien se le acusa en tres instancias distintas: dos dentro de Podemos y una más por parte de una estudiante de la Universidad Complutense de Madrid, donde él enseñaba. La universidad ha iniciado una investigación por posibles actos de violencia sexual y lo ha suspendido de sus funciones mientras se resuelve el caso. Monedero ha declarado que estas acusaciones parecen más una persecución que un comportamiento apropiado, refiriéndose al caso de Julian Assange para ilustrar cómo la presunción de inocencia parece desvanecerse en estos contextos.
Otro caso es el del diputado mexicano Cuauhtémoc Blanco, acusado de violación. Debido al fuero del que goza, no ha sido juzgado. Recientemente se promovió su desafuero, aunque fue protegido por la mayoría parlamentaria. Blanco aprovechó un discurso para declarar que las acusaciones en su contra son injustificadas, insistiendo en su disposición a enfrentar la justicia, siempre y cuando mantenga su fuero.
Estos casos deberían servir para reflexionar que el feminismo no pertenece a ningún espectro político en particular y que debe ser una lucha compartida por todas las mujeres, más allá de ideologías. También nos recuerdan que los aliados políticos no siempre son fiables y que, independientemente de su orientación política, “macho de izquierda, macho se queda”.