TEATRO DE SOMBRAS

La crisis de las humanidades en Estados Unidos

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

La llegada de Donald Trump al poder por segunda ocasión ha tenido un impacto terrible en el sistema universitario estadounidense.

Trump pretende acabar con todos los estudios acerca de temas de diversidad racial y sexual, modificar los criterios de admisión que beneficiaban a minorías desfavorecidas y limitar la libertad de expresión de los profesores y estudiantes, sobre todo con relación al tema de Israel. Para lograr lo anterior está cortando los subsidios que reciben las universidades privadas y reduciendo el presupuesto de las universidades públicas. El sistema universitario estadounidense, el más grande y rico del mundo, no ha sido capaz —o no ha querido— aceptar los recortes y ha aceptado dócilmente las nuevas reglas impuestas por el presidente. Esto ha sucedido incluso en las universidades privadas más ricas y de mayor prestigio, como las de la llamada Ivy League. Lo que Trump ha demostrado es que es muy fácil dictarles condiciones a las universidades: basta con amenazarlas con recortar su presupuesto. El dinero manda. Las ideas, los ideales, las libertades se están sacrificando en esos centros del saber.

Como de costumbre, cuando hay que recortar presupuesto, plazas e incluso facultades enteras las universidades comienzan por las humanidades. Las carreras científicas y tecnológicas son las que generan más dinero y, por lo mismo, son las que se busca proteger a toda costa. Desde este punto de vista descaradamente mercantilista, las humanidades son como un lastre que se puede tirar por la borda cuando el barco pasa por una tormenta.

El 2 de septiembre de 1965, el presidente Lyndon Johnson firmó el decreto que fundó el National Endowment for the Humanities (NEH), que es una agencia autónoma del gobierno estadounidense que, desde entonces, apoya a las humanidades por medio de una variedad de becas y soportes para proyectos de investigación, docencia y difusión. Desde 1965 a la fecha, el NEH ha brindado apoyos a universidades, museos, bibliotecas y proyectos de investigación por más de 6 mil millones de dólares. Este generoso patrocinio a las humanidades, que ha permitido que Estados Unidos sea un líder en ese campo, está por acabar, quizá para siempre, por las medidas que ha tomado el presidente Trump.

Esta semana, numerosos investigadores y grupos que tenían apoyos del NEH para realizar proyectos de diversos tipos, recibieron por correo electrónico un escueto comunicado en el que se les informaba que sus recursos habían sido suspendidos. Unos días antes, la directora del NEH, Shelly C. Lowe, había sido obligada a renunciar. Tal parece que el pecado cometido por Lowe fue pertenecer al pueblo Navajo. Al mismo tiempo, el grupo de Elon Musk encargado de reducir los costos del gobierno estadounidense anunció que despediría al 80 por ciento de los empleados de la agencia. Las consecuencias de estos recortes son enormes. El cultivo de las humanidades en Estados Unidos sufrirá un golpe del que no se podrá recuperar en mucho tiempo. Tal parece que para Trump y Musk el cultivo serio, académico, profesional de las humanidades no sólo es una pérdida de tiempo, sino que es una actividad potencialmente peligrosa, ya que fomenta en los estudiantes y en los profesores una actitud crítica y autónoma. Ni Trump ni Musk quieren eso. Lo que ellos pretenden es que todos los ciudadanos de Estados Unidos piensen igual y no se hagan preguntas que pongan en duda los principios que ellos defienden de manera dogmática.

El clima político en las universidades de Estados Unidos es de miedo. He sabido de algunos profesores de origen mexicano que han decidido no salir del país para asistir a conferencias internacionales por temor de que no los dejen regresar.

Lo que sucede en Estados Unidos tiene un efecto en México, somos vecinos muy cercanos, muy interconectados. Debemos hacer lo posible para que la crisis de las humanidades en Estados Unidos no se reproduzca en México. Lo que se ha visto es que el estudio académico de las humanidades es algo muy frágil, muy endeble, que se puede socavar e incluso eliminar con suma facilidad. Los humanistas mexicanos debemos defender lo que tenemos, organizarnos para que nuestra disciplina sea el pulmón de un régimen democrático y de libertades.

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