Termina el ciclo de una docena de años de uno de los líderes políticos y religiosos más importantes e influyentes de nuestro tiempo.
La designación de Francisco resultó histórica, por tratarse del primer latinoamericano en llegar a ser electo Papa —en esa condición, es el argentino de mayor trascendencia— y también el primer jesuita en acceder al cargo. La decisión de Jorge Mario Bergoglio de ser llamado Francisco daba, desde el 13 de marzo de 2013, la inequívoca señal de su opción por los pobres y de su austeridad. Hay importantes hitos que marcaron su pontificado. Desde luego, están la nueva Constitución Apostólica (Predicate Evangelium, 2022), cuatro encíclicas (Lumen Fidei, 2013; Laudato Si, 2015; Fratelli Tutti, 2020; y Dilexit Nos, 2024), además de sus numerosos mensajes y discursos, entrevistas y declaraciones ante medios de comunicación. Tuvo la habilidad de asumir agendas tradicionales de la Iglesia, a la vez que acogió importantes problemáticas de nuestro tiempo.
Hombre de profundas convicciones religiosas y grandes dotes políticas, el Papa supo moverse entre las esferas de la fe y el poder. Poseedor de un enorme carisma, ejerció con convicción y calidez un férreo liderazgo. No le sacó la vuelta a la grave coyuntura crítica en la que asumió su pontificado, con los escándalos por manejos financieros y los casos de abuso sexual. No disimuló y enfrentó con responsabilidad los desafíos. Con la creación del Secretariado de Economía impulsó una gestión de los recursos del Vaticano más transparente, así como medidas de combate a las malas prácticas en el uso de recursos dentro de la Curia Romana; y sobre los casos de abuso sexual a menores, ofreció reiteradas disculpas y puso en el centro de la recuperación a las víctimas con la creación de una comisión para la protección de menores, que igualmente se integró a la Curia.

¿Y si en la propia 4T frenan la electoral?
En cuanto a temas de diversidad sexual, sin duda, una de sus declaraciones más comentadas fue la célebre expresión: “¿Quién soy yo para juzgar?”, en referencia a los homosexuales, que “Dios los ama” y que “todos son bienvenidos en la Iglesia”; se reunió en diversas ocasiones con integrantes de colectivos LGBT+ y aprobó las bendiciones a parejas del mismo sexo. Quien no quiera ver avances en esto, es sencillamente por necedad. En cuanto a una mayor participación de la mujer en la Iglesia católica, nombró por primera vez a dos monjas en los más altos rangos de la burocracia vaticana: Simona Brambilla como jefa del dicasterio y Raffaela Petrini como presidenta de la gobernación del Vaticano.
Hay tres grandes rubros que marcan su papado: el diálogo interreligioso, la preocupación por los pobres y refugiados, y la protección al medio ambiente. Su histórico discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas lo posicionó como un líder preocupado por el deterioro del medio ambiente y criticó a quienes realizan un abuso obsceno de los recursos naturales. Su encíclica Laudato Si ha trascendido como la “encíclica ecologista”.
Algo que hay que dimensionar adecuadamente es que Francisco fue un liberal reformista, pero dentro ciertos rangos y márgenes. La Iglesia es una de las pocas instituciones literalmente milenarias que todavía existen en la actualidad y, desde luego, debe estar para velar por ciertos valores y principios (dogma y doctrina) que sería absurdo que abandonara en función de determinado interés o bandera coyuntural. A Francisco se le va a extrañar y deja a su sucesor un estándar muy elevado.

