SOBRE LA MARCHA

Discapacidades invisibles

Carlos Urdiales. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Carlos Urdiales. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

Por fortuna, hay muchas personas que logran dar visibilidad al mundo en donde habitan seres humanos con plenos, pero irreales derechos.

Madres y padres de ejemplares vidas que luchan cada minuto de su existencia por convivir en contextos familiares y sociales de dignidad, accesibilidad, no sólo física, también de salud, (re)habilitación motriz y desarrollo intelectual.

Por desgracia, esas posibilidades dependen del hogar, de la capacidad económica de cada madre, padre y familia. A nivel de políticas públicas el trecho por recorrer es enorme. La invisibilidad de las discapacidades neurológicas ante gobiernos y Estado es abrumadora. Una persona adulta dependiente no encuentra acceso a pensiones o becas, los trámites están diseñados para otro mundo, no para el suyo.

El amor de mamá o papá en el universo de las discapacidades es aún más insuficiente que en el mundo convencional, si de llevarlos a una vida ascendente se trata. Falta información, cultura, acceso y recursos de todo tipo.

Aparte (no tanto) del sector público, las Instituciones de Asistencia Privada también enfrentan limitantes económicas y normativas, las donaciones escasean y las sinergias palidecen frente a burocracias fiscales y legales. Una vez más, son los empeños casi individuales los que logran articular oleajes mediáticos que de vez en vez echan luz sobre esas heroicas vidas.

Por fortuna existen libros que inspiran películas, como los de Bárbara Anderson, Los dos hemisferios de Lucca, de la Editorial Aguilar y Netflix, respectivamente. Por fortuna, la también periodista Katia D’Artigues no cesa en su activismo por los derechos humanos de los menos visibles.

Igualmente, la Fundación FADEM (www.fadem.org.mx) cumple 60 años beneficiando a niñas y niños en sus dos centros de vida y atención en el Valle de México; labor nacida de familias como la de María Armida (q.e.p.d.), que perdura por generaciones de trabajo con una misión clara y casi, por desgracia, exclusiva.

En México, el 5.71 por ciento de la población tiene alguna discapacidad intelectual, que por lo general implica problemas motrices y secuelas endémicas. Más de 5 millones y medio de seres humanos en nuestro país son invisibles para gobiernos y sociedad en su conjunto.

Contra prejuicios, estigmas, omisiones y la generalizada escasez de fraternidad, a pesar del cada vez más interconectado mundo digital, está la amorosa lucha de cada una de esas personas con discapacidad que, como Claudia, mi hermana, quien ayer cumplió 56 años, tiene producto del azar, la dicha de contar con un hogar en la más amplia acepción del término.

Como ella, cientos de miles son inspiración sinfín para lograr algo similar para todas y todos los que viven en ese otro mundo lleno de retos, dolores y, al mismo tiempo, de bondades y amores infinitos.

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