Tras la renuncia de Justin Trudeau en enero pasado, los canadienses acudieron ayer a las urnas para elegir a quien deberá liderar al país en tiempos complejos. El nuevo primer ministro enfrentará, en primer lugar, la redefinición de la relación bilateral con Estados Unidos; el giro hacia una economía de guerra parcial; el aumento de tensiones islamistas en algunos territorios; y, por supuesto, la defensa de la soberanía canadiense, en especial en torno a su recurso más estratégico: el agua.
A todo ello se suman los desafíos internos: la crisis de vivienda, el deterioro del sistema de salud y el estancamiento de la productividad. Repasemos brevemente algunos de estos puntos.
En primer lugar, la relación con Estados Unidos atraviesa una transformación delicada. La confianza de los ciudadanos canadienses en el presidente Donald Trump es prácticamente nula: según una encuesta de POLITICO/Focaldata publicada en abril, cerca del 75% de los canadienses tiene una opinión desfavorable hacia el mandatario estadounidense. La estrategia para enfrentar esta embestida desde Washington fue, de hecho, uno de los ejes de la campaña electoral.
Esta tensión se agrava por la profunda dependencia económica de Canadá respecto de su vecino del sur. El 75% de las exportaciones canadienses se dirige a Estados Unidos, lo que convierte a su economía en altamente vulnerable frente a cualquier cambio en las políticas comerciales norteamericanas (Farmonaut). No obstante, una encuesta del Angus Reid Institute reveló que el 91% de los canadienses desea reducir esa dependencia estructural.
A nivel doméstico, los derechos sociales han sufrido un fuerte deterioro. El acceso a la vivienda y a la salud se ha visto profundamente erosionado. Desde el año 2000, los precios de la vivienda se han incrementado un 355%, mientras que los ingresos medianos sólo han crecido alrededor de un 11%. Al mismo tiempo, una de cada cinco personas carece de acceso regular a atención médica primaria.
La consecuencia ha sido el empobrecimiento sostenido de la población. Un informe de Le Monde estima que una de cada cuatro personas en Canadá vive en condiciones de pobreza, con niveles récord en el uso de bancos de alimentos (Le Monde). Los altos costos de vida han empujado a miles de familias a depender de la asistencia alimentaria.
Ante este escenario, los canadienses optaron por Mark Carney, del Partido Liberal: economista formado en Harvard y Oxford, exgobernador del Banco de Canadá durante la crisis financiera global de 2008 y primer extranjero en dirigir el Banco de Inglaterra, donde gestionó los efectos del Brexit y la pandemia de COVID-19.
En un contexto marcado por la polarización política, los votantes apostaron por un perfil tecnócrata, solvente y con experiencia internacional. Que no le falte suerte al nuevo primer ministro: la va a necesitar.