En los últimos años el mapa político internacional ha sufrido cambios y bandazos impredecibles. La irrupción de las redes sociales y sus algoritmos polarizantes, la pandemia, el ascenso al poder de líderes populistas tanto de derecha como de izquierda, fenómenos económicos inflacionarios y guerras comerciales han provocado cambios vertiginosos y muchas veces sorpresivos en los liderazgos mundiales.
Las elecciones se han vuelto vulnerables a todos estos factores y la lógica a la que nos tenían acostumbrados ha volado por los aires. La muestra está en que las encuestas han dejado de ser fiables, equivocándose muchas veces por metodologías que no han podido seguirle el paso al desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y los cambiantes hábitos de consumo de contenido de las nuevas generaciones.
Así, desde la pandemia para acá inició una seguidilla de derrotas electorales para los partidos en el poder en casi todos los países que fueron a las urnas. La crisis económica y humanitaria que se desató con el Covid no tuvo piedad con los gobiernos que se vieron sobrepasados por la situación y las transiciones en el poder fueron muchas y muy radicales.

Desangelado inicio
Esta inestabilidad política se reforzó con discursos populistas que prometían cambios radicales y que satanizaban enemigos ofreciendo soluciones mágicas sin tener claridad en los procesos para llegar a ellas. Además, el discurso político se retrotrajo a la fórmula venenosa y eficiente del miedo, el odio y la ira. Buscar un enemigo que encarne las frustraciones de la población que sufre por una coyuntura global incontrolable y que no se siente representada por líderes que no han sabido adaptar las propuestas partidistas a la realidad de su pueblo, es una fórmula destructiva y ganadora. La radicalización de la población se cristalizó en la radicalización de los gobiernos.
Ahora, con líderes de este corte en países como EU, Rusia y China, una nueva ola de cambios políticos se está gestando en reacción a los discursos agresivos que está llevando al mundo a tensiones propias de la época de la Guerra Fría. Así, los resultados electorales en Canadá y Australia muestran que los votos locales están reaccionando a las tensiones internacionales. En ambos casos las estadísticas y las tendencias hacia dentro de sus fronteras indicaban que los ciudadanos irían por un camino, pero el efecto de la agresiva política internacional de EU cambió el juego provocando que se eligieran líderes por su postura frente a esta amenaza percibida.
Hemos entrado en una etapa incierta en la política internacional en la que las naciones están a la defensiva y se agazapan alistándose para la agresión y la defensa. La tensión es máxima y la incertidumbre avanza.
