MARCAJE PERSONAL

Poder Judicial, y todavía falta el día después

Julián Andrade<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Julián Andrade*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Pecará de optimista quien crea que el desastre de la elección judicial tendrá su pico más elevado con las votaciones cuando, por el contrario, será apenas el principio de una catástrofe devastadora que se reflejará en el día a día en juzgados, tribunales y, por supuesto, en el pleno de la Suprema Corte.

Esto será así, por la inexperiencia de buena parte de los juzgadores triunfantes en las urnas o por las complicidades y rutinas que ya traen otro tanto de los participantes con antecedentes oscuros.

Terminar con la carrera judicial tendrá sus costos y éstos se reflejarán, en principio, en la mala calidad de las resoluciones, pero posteriormente en la propia operatividad del sistema.

Lo que había antes, lo que hay aún, sin duda perfectible, se sustentaba en carreras que sumaban conocimientos y experiencia, que dotaban de independencia a los jueces, porque sus cargos dependían de su propio esfuerzo.

Próximamente, en cambio, deberán sus posiciones a los compromisos que se forjaron a lo largo de campañas, con patrocinios ocultos y a la capacidad de movilización de quienes los respaldaron.

A semanas de la cita con las urnas, senadores del grupo mayoritario siguen intentando corregir postulaciones que ellos mismos aprobaron, pero ya cunde la sospecha de que serán muchas más de las imaginadas, en lo que respecta a postulantes que nunca debieron ser aceptados por los comités de evaluación en un desaseo por demás notorio.

Muchos de los entusiastas de la Reforma Judicial, empiezan a ver con recelo los nubarrones que ya se pintan en el horizonte y reparan en que existían otras formas de generar un cambio que no hiciera volar los cimientos de todo un poder.

Es tarde, porque los daños, ya visibles algunos y pronosticables otros tantos, son irreversibles. Ignorar esto es un autoengaño, igual de nocivo que las irresponsabilidades que nos llevaron a donde ya estamos.

Una de las consecuencias, por demás evidentes, es la inseguridad jurídica, en la que ya estamos de algún modo, pero que se irá profundizando ante la quiebra del Estado de derecho.

Lo curioso es que, en términos concretos, lo que surgirá de la elección, una mezcla extraña, no será de utilidad ni para sus promotores, ya que amplias franjas de lo que está en juego se tornará en un dique para los parámetros que se requieren a nivel internacional, porque lo que imperará será improvisación, un asunto que no agrada nada a los inversionistas foráneos y tenderá a desanimar a los nativos.

Ya ni hablar de las personas que requieran del amparo de la justicia y que no cuenten con los contactos o las afiliaciones debidas, pero ése también es uno de los objetivos por los que se desmanteló al Poder Judicial. Sí, una idea de alto riesgo, que ya muestra todas sus flaquezas y eso que aún no es el día después.

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