La Unión Europea cumple 75 años. Es momento de reflexión para aquilatar los logros de esta insólita iniciativa que surgió al término de la Segunda Guerra Mundial y que ha traído como consecuencia el periodo de paz más largo en la Europa moderna.
Esta estructura ha pasado por mucho y ha demostrado que se puede anteponer el tender puentes de unión al señalamiento de las diferencias. Sin embargo, este aniversario llega en un momento de inestabilidad e incertidumbre que pone en alerta a la Unión. El tablero geopolítico de los últimos años ha cambiado y ahora Europa ha dejado terreno e influencia a nuevas potencias, como China, y a viejas potencias que han renacido de sus cenizas, como la Rusia de Putin.
La UE gozó de un periodo de estabilidad en la que las democracias liberales lograron ceñirse a un reglamento de juego que les permitió crecer económicamente y dotar a sus ciudadanos de oportunidades idílicas en las que podían transitar, negociar y vivir libremente en un territorio sin fronteras en el que se aceptaba la diversidad bajo una misma base de derechos y obligaciones. Sin embargo, este sueño nunca estuvo exento de críticas y dificultades para aquellos que sentían esa pretendida libertad como una imposición ideológica que les negaba su propia versión de una vida social y política centrada más en valores nacionales que en idealizaciones comunitarias.

¿Y Carlos Manuel Merino?
La fragilidad de la Unión se hizo patente cuando su garante, EU, le dio la espalda y empezó a aliarse con las fuerzas externas e internas que criticaban sus valores y eficacia. Así, la poderosa China surgió como una amenaza comercial y una Rusia abiertamente imperialista revivió los temores de una invasión.
Son momentos de tensión en la que partidos contrarios a la Unión han avanzado en distintos países. En algunos casos, van pidiendo la disolución de la UE, mientras que en otros la sombra de las consecuencias del Brexit los anima más a buscar reformar desde dentro una institución que les resulta incómoda e impositiva. Hungría, Polonia, Italia, Francia, España… en todo rincón se levantan voces que disienten de la agenda liberal sostenida hasta ahora por Bruselas al tiempo que se dan movilizaciones de jóvenes que celebran este aniversario en estos mismos países pidiendo la continuidad de un proyecto que les abre un
horizonte de posibilidades.
75 años es un número que pesa. La Unión es un gran proyecto que ha tenido más ventajas que desventajas. Sin embargo, si Bruselas se niega a escuchar los vientos de cambio dentro de sus fronteras, corre el riesgo de debilitarse justo en el momento en que menos apoyo tiene en el exterior. Europa debe defender su sueño por sí misma y con decisión.
