ENFOQUE MANUAL

Del llanto al plato vacío

Laura Garza<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Laura Garza*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

En pleno 2025 cuando influencers generan miles o hasta millones de dólares por redes sociales u otros salen a las calles a regalar decenas de billetes de 100 dólares, hay medio millón de palestinos que se enfrentan a una crisis humanitaria sin poder acceder a un plato de comida.

En esta guerra sin fin y las diferencias que rompen el territorio, Israel ha bloqueado la entrada de ayuda humanitaria desde principios de este año y los continuos bombardeos a áreas “seguras” en donde se encuentran los más vulnerables, la situación acerca a un alto riesgo de hambruna.

En un pueblo destruido, con 19 meses de ataques en donde los escombros entierran cuerpos olvidados, desmembrados y tantas historias de vida, niños de cinco años sufren desnutrición, y cientos siguen muriendo tras los ataques israelíes.

Las imágenes nos siguen doliendo porque nos traspasan la humanidad.

Esta semana previa a la visita de Donald Trump, a Arabia Saudí, Qatar y Emiratos Árabe, sin considerar Israel en su gira a Oriente por sus diferencias con Netanyahu, Israel bombardeó de nueva cuenta sobre Gaza.

Murieron 80 personas en plena madrugada y de nueva cuenta o quizá, nunca hemos dejado de ver las imágenes de los padres cargando los cuerpos de sus hijos sin vida, unos con sus manitas colgando en la gravedad, y otros envueltos en las telas blancas.

La fotografía que hoy les comparto es tan dolorosa que no importa la religión, no importa la manera de pensar, no importa si apoyas a unos u otros, la concentración e la falta de humanidad en cada cacerola y el exceso de ella en los rostros de los niños.

El llanto y el grito desesperado de la niña al centro de la imagen, cierra tan fuerte los ojos porque en su interior desea que al abrirlos tenga un poco de comida.

El más pequeño a su izquierda, apenas si alcanza, pero se estira, llora, y tiene hambre.

Los niños, las nuevas generaciones que van heredando el odio, el resentimiento, el dolor más profundo y la cercanía con la muerte de día y de noche, despiertos y dormidos ante cualquier bombardeo.

El hambre de poder en las más altas élites, y el hambre de un poco de comida en el más bajo.

Pero el llanto, la desesperación, el hueco en el estómago, el cuerpo que se pega a otros, con un plato, una hoya, y el deseo de si quiera un puño de arroz para compartir.

La imagen del dolor a la distancia, y en la cercanía la impotencia por no poder hacer nada.

Desde mi adolescencia les hablaba a mis padres del poder de la fotografía de guerra o en situación de conflicto, de la importante responsabilidad de un fotoperiodista en estos lugares, porque en su ojo y a través de su cámara solo pueden tener el corazón abierto para sentir y transmitir lo que ve, los poros abiertos para capturar lo que escucha, lo que huele y llevar el dolor hasta el otro lado del mundo.

Eso hacen estos fotoperiodistas que están en Palestina, arriesgando su vida pero con la labor más importante que es mostrarnos que la realidad que vivimos es un mínimo porcentaje de lo que sucede en territorios como Palestina con miles de personas muertas y de otros tantos, que o mueren de hambreo mueren por un bombardeo.

Sin salida.

Del llanto al plato vacío
Del llanto al plato vacío ı Foto: Reuters
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