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El colapso de la democracia

Montserrat Salomón. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Montserrat Salomón. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Cuando se ha crecido rodeado de democracia es complicado creer que las cosas no siempre fueron así. También resulta complejo contemplar un futuro en el que estas libertades ganadas dejasen de existir. Sin embargo, la historia nos enseña que cada uno de estos derechos incluidos en la palabra democracia ha sido ganado con sangre. También la historia nos previene de los retrocesos de dichas garantías, que suelen peligrar desde el ejercicio mismo de la democracia.

Así fue en la Alemania nazi: un gobierno electo democráticamente que poco a poco viró y entró en una deriva autoritaria y radical que culminó en los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Así pasó con las dictaduras latinoamericanas que, si bien no fueron precedidas por democracias estables, marcaron un retroceso en los procesos y equilibrios necesarios en esta forma de gobierno. La ignorancia de estos fenómenos históricos nos deja indefensos ante los escenarios con señales de alerta y síntomas de decadencia de las instituciones democráticas.

Así, la democracia, esté en el estado que esté, puede retroceder en cualquier momento y morir tras una gran ronda de aplausos. Un ejemplo lo tenemos en El Salvador, en donde el presidente Bukele cada vez cierra más el cerco autoritario amparado en una aceptación popular impactante con más del 80%.

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En un país colapsado por la inseguridad, la mano dura de Bukele fue aire puro. La gente, desesperada, lo ha arropado en sus proyectos de seguridad y su mega cárcel. Sin embargo, estas acciones se han realizado a costa de importantes libertades que su gente ha accedido a sacrificar a cambio de la paz. Una apuesta alta y dolorosa, aunque comprensible.

Bukele no ha parado ahí y se encuentra envalentonado. Ahora su famosa cárcel está jugando como centro detención ilegal de inmigrantes deportados de EU sin el debido proceso, en un acto de autoritarismo que deja a las personas sin certidumbres jurídicas y envueltas en un sistema penitenciario que no rinde cuentas a nadie y que depende del capricho de Bukele.

Además, ahora Bukele apunta a las ONGs que buscan luchar contra la opacidad de sus políticas de seguridad e instituciones penitenciarias. En una simulación de democracia ha enviado al legislativo, controlado por él, una iniciativa que les retendrá el 30% de su presupuesto, haciéndolas inoperantes. El presidente no quiere mala prensa y ahora está atacando directamente el ejercicio de los observadores internacionales y de la prensa en su país.

Lo que pasa hacia dentro de los muros de Bukele quedará bajo su capricho autoritario. Cuando se acepte esta reforma veremos una vez más cómo las democracias mueren entre aplausos. Bukele no es más un presidente, es un dictador disfrazado.

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Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón