Una de las características de Luis de la Barreda como primer ombudsman de la Ciudad de México consistió en la frescura.
Demostró que los textos legales no tenían que estar reñidos con una narrativa vigorosa y que la fuerza de las recomendaciones se desprendía justamente de la coherencia de los alegatos y del rigor de las indagatorias.
De la Barreda tuvo que transitar en un periodo lleno de claroscuros en la capital del país, como lo fueron las últimas regencias y las primeras jefaturas de Gobierno.
Es decir, realizó su trabajo como presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal con independencia y valor, ya que tuvo que ocuparse de asuntos de alto impacto.
Sobre esos años y los actuales, De la Barreda se ocupa en su libro Las izquierdas, derechos humanos o tiranía (Cal y arena 2025).
En el fondo, el actual investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM hace un amplio recuento, desde su experiencia, pero también de la historia de los dislates de un proyecto que ha querido llevar la felicidad a la población, pero que en no pocas ocasiones el empeño terminó en pesadilla.
¿Por qué analizar y desmenuzar a la izquierda? Porque las diversas corrientes políticas que participan en ella se asumen como portadoras de atributos como los de la calidad moral, que no siempre se sostiene.
Escribe De la Barreda que “el solo hecho de que un gobierno se proclame de izquierda tiene como consecuencia que sus errores o abusos, incluso los más evidentes y escandalosos, sean juzgados por observadores de la vida pública con cierta indulgencia que no se concede a gobiernos que no se apropian de esa etiqueta”.
El autor es puntual en la descripción de la izquierda populista y de las derivaciones funestas que debilitan a la democracia.
A esa parte de ese cuadrante político, en efecto, se le atragantan los derechos humanos cuando están en el poder. Celebradores de la CDHDF mientras fueron opositores, se dedicaron a denostarla cuando ya no les gustó que se visibilizarán violaciones flagrantes a la ley, como las ocurridas respecto al homicidio de Francisco Stanley, donde se fabricaron pruebas y se mantuvo a inocentes tras las rejas.
También se documentó, a raíz de revelaciones periodísticas, que en la PGJDF se había nombrado director de la Policía Judicial a un personaje acusado de haber matado a un joven por tortura.
De la Barreda narra lo que consideró una defensa “soviética” que la dirigencia del PRD hizo del procurador Samuel del Villar.
Lejos de extremos, y más bien buscando la ponderación, De la Barreda recuerda, a la vez, que también hay una izquierda, la socialdemócrata, ahora venida a menos y marginal, pero que comulga con la democracia y el respeto a la ley.
Hay que leer Las izquierdas, texto central en estos días de incertidumbres y agobios.