TEATRO DE SOMBRAS

El nacionalismo que nunca se fue

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

En esta columna, que ya cumplió más de una década, he escrito varios artículos examinando el fenómeno del nacionalismo. No he cambiado de opinión, acaso he fortalecido mis hipótesis.

La primera de ellas es que la única ideología que sobrevivió al fin de la Revolución mexicana fue el nacionalismo. El socialismo, el agrarismo, el colectivismo, e incluso el muy mentado liberalismo social, se fueron descartando uno a uno hasta llegar al gobierno de Carlos Salinas de Gortari, cuando las reformas constitucionales sepultaron lo que quedaba de la Revolución mexicana. Lo que no se pudo borrar fue el nacionalismo y tampoco nadie se atrevió a hacerlo. Para algunos críticos ése era un lastre del viejo régimen que había que ir eliminando poco a poco. Para que el neoliberalismo y la globalización echaran raíces en México, había que sofocar el viejo nacionalismo que impedía la realización plena de ese proyecto. El pendiente era acabar de derrumbar la cortina del nopal, como alguna vez la llamó, con una frase muy afortunada, José Luis Cuevas. Para sorpresa de los reformadores neoliberales y globalizadores, el nacionalismo mexicano no sólo no declinó, sino que se preservó e, incluso, se fortaleció, algo que les parecía a ellos algo inconcebible. Ahora, en 2025, el nacionalismo mexicano es un sentimiento colectivo que no se puede ignorar y, al mismo tiempo, es uno de los elementos centrales de la ideología de la 4T.

La segunda hipótesis que he defendido en esta columna es que el nacionalismo nunca dejó de ser una ideología muy poderosa en Occidente. Aunque el discurso de los teóricos neoliberales y globalizadores iba en sentido contrario, ni los pueblos ni los gobiernos en esos países dejaron de cultivar algún tipo de nacionalismo. Dicho en pocas palabras, el nacionalismo nunca se fue. Es cierto que hubo grupos minoritarios que se le opusieron y que se tomaron medidas políticas a nivel nacional y supranacional para atenuarlo, pero nada de eso tuvo un efecto definitivo. Doy dos ejemplos. Muchos intelectuales se sorprendieron cuando el Reino Unido decidió, por medio de una votación, abandonar la Unión Europea. A mí no me provocó ninguna extrañeza esa decisión. El Reino Unido es un país de un nacionalismo muy poderoso. Vea usted las películas inglesas en las que los británicos se pintan a sí mismos como los más valientes, los más inteligentes, los más honrados, los más dignos. El caso de los Estados Unidos, nuestros vecinos del norte, es todavía más extremo. No hay país más nacionalista que los Estados Unidos. No es nada nuevo –una ocurrencia del presidente Trump– que ese poderoso sentimiento se impulse desde la Casa Blanca. Siempre ha sido así.

Lo que resulta increíble es que todavía haya por ahí algunos críticos despistados que, frente al nacionalismo agresivo de Estados Unidos, proclamen que México debería ser un país menos nacionalista.

Temas: