EL ESPEJO

Roto el orden, no hay garantía de regreso

Leonardo Núñez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Leonardo Núñez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Lo que alguna vez pareció un sistema sólido o con algunas certezas comienza a verse como un vidrio agrietado: basta una presión más, un golpe más, para que se haga añicos.

En Washington, un desfile de tanques celebraba los 250 años del Ejército de Estados Unidos, con la casualidad de que era el mismo día que el cumpleaños del presidente. En múltiples ciudades, miles de personas protestaban con pancartas que decían “No kings”. Ese mismo día, dos legisladores locales eran asesinados. Y en Medio Oriente, mientras Israel ejecutaba una ofensiva sobre territorio iraní, Teherán respondía con una lluvia de misiles sobre Tel Aviv. El mundo ya no está al borde del colapso: está en él.

La impunidad, en este nuevo orden, ya no es una anomalía. Es un método. Y no sólo consiste en que no haya castigo para los abusos: consiste en que las instituciones encargadas de contenerlos han sido desactivadas, neutralizadas o reducidas a ritual o pantomima. Cuando los equilibrios de poder ya no funcionan como freno, sino como teatro, lo que queda es el imperio de la voluntad. Y cada vez más, esa voluntad apunta hacia adentro, hacia los enemigos internos.

Estados Unidos hoy encabeza redadas en estacionamientos de Home Depot, detiene jornaleros en gasolineras y persigue trabajadores como si fueran delincuentes. A estudiantes latinos les niegan el derecho de invitar a sus padres a su graduación por miedo a que la policía migratoria los deporte. Les llaman “ilegales”, como si la falta de papeles los volviera criminales.

El castigo ya no se aplica por lo que hacen, sino por lo que son. Y porque, de momento, no hay institución capaz de protegerlos.

En política exterior, la situación no es más alentadora. La reciente ofensiva israelí contra Irán, ejecutada con precisión quirúrgica, eliminó a figuras clave del aparato militar y desató una respuesta que puso en alerta máxima al sistema defensivo de toda la región. Estados Unidos, lejos de contener, celebró. Ya no opera como garante del equilibrio global, sino como catalizador de las tensiones. Lo que antes pasaba con mayor o menor medida en algunas instituciones internacionales, hoy se decide unilateralmente por vía libre porque nadie va a cuestionar. Lo mismo la impunidad le sirve a Putin para continuar su invasión ilegal a Ucrania que a Bukele para meter a la cárcel a periodistas y activistas, desatando un éxodo de gente que tiene que decidir si quiere perder su libertad sólo por hacer su trabajo de cuestionar al poder.

La pregunta, entonces, no es si las democracias liberales están retrocediendo: es si podrán resistir. Lo que antes eran márgenes ahora son tendencia. El repliegue nacionalista, la normalización de la excepción y la supresión legalizada de derechos parecen ya no ser desviaciones, sino la nueva normalidad. No estamos viendo una “crisis” del orden internacional, sino su reconfiguración por vía de los hechos.

Lo que asombra es la velocidad. Lo que indigna es la naturalidad con la que se acepta. Y lo que debería quitarnos el sueño es que no hay garantía de que este orden se pueda restaurar. Porque cuando el vidrio se quiebra, no siempre puede volver a pegarse.

Temas: