Cada libro que se publica para denunciar la violencia hacia las mujeres en México es necesario; pero el libro por sí mismo no existe sin un sello editorial que, en la libertad de la autonomía, se convierta en aliado de quien hace la denuncia. Este es el caso de Erica Millet y de la Editorial Esdrújula, quienes realizaron la presentación del libro No me fui, sigo en casa… el jueves 12 de junio, convocada de manera virtual por titulares y extitulares de Cultura del país. La presentación del libro fue moderada por David Loria Araujo y coordinada por Antonio Bolio, editores de Esdrújula, casa abierta a las publicaciones independientes con base en la península de Yucatán.
No me fui, sigo en casa es una crónica que narra la realidad que vivió Adele, una madre que sufre de violencia vicaria por parte de su esposo, quien se lleva a sus hijos de manera inesperada, desatando con ello una terrible e inhumana separación de la madre con sus hijos. La lucha que emprende Adele por recuperarlos va exhibiendo la ineficacia del sistema judicial y la complicidad del pacto patriarcal. No me fui, sigo en casa… tiene el valor de la denuncia ordenada, argumentada y bien dirigida. Su resultado es el trabajo de años de dedicación, de buscar y de rebuscar las palabras precisas, de construir el tejido del lenguaje con una paciencia excepcional y de lograr un trabajo periodístico contundente y veraz. En esto, la obra tiene un valor agregado porque quien aspire a escribir crónica o realizar un trabajo periodístico semejante, puede conocer en voz de la autora cuáles son los cuestionamientos más profundos que enfrenta un escritor cuando debe tomar decisiones en la construcción de sus historias y aun mucho más complejo, enfrentar sus propios demonios… y sobrevivir a ellos.
En el sentido literario, el tono e inserción de los documentos judiciales, así como de las publicaciones en redes sociales por parte de las mujeres violentadas, le brindan un matiz diferente que nos hace construir y conocer las posibilidades que tiene la trama desde la voz de las protagonistas, misma que nos conduce a otras realidades dolorosas, tales como la de Paola y Diana, que se suman a la de Adele. En este sentido, No me fui, sigo en casa… es un puente que tiende puentes más largos para alcanzar vidas y destinos que necesitan ser visibilizados. Uno de los logros de No me fui, sigo en casa… es que habla por los hijos quienes siendo manipulados, arrebatados de sus madres y envenenados por sus padres, pierden el vínculo emocional con sus madres y eso, en cualquier momento de la vida es una especie de castración emocional imperdonable que amerita una pena judicial severa porque el impacto emocional que esto genera, crea daños emocionales irreversibles e incluso conduce suicidio. En cuanto a la tensión dramática es inesperado el desenlace en la vida de cada mujer y la incertidumbre permanente, es lo que nos mantiene aferrados a la crónica de Erica Millet, misma que en ocasiones uno desearía que fuera más una ficción que una realidad.

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En algún momento Erica nos comparte: “Pienso que yo también quiero que mis cuatro hijas lean algún día los fragmentos de mi historia (…) Y también deseo que, como mujeres, entiendan, a través de este texto, los riesgos que las acompañarán durante su vida, sólo por el hecho de ser mujeres… Igual que Erica, deseo que el respeto a la dignidad de las mujeres, de los niños y de las niñas sea un derecho efectivo y, si alguna se viera amenazada, debe saber que cuenta con mujeres valientes como Erica Millet, quien da voz a quienes no la tienen y que, a través de su literatura, deja constancia de su lucha, que es, al mismo tiempo, la lucha de cientos de mujeres que exigen justicia.

