FRENTE AL VÉRTIGO

¿El G7 aún tiene futuro?

Pedro Sánchez Rodríguez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: Imagen: La Razón de México

La reunión del G7 en Canadá, celebrada en medio de tensiones geopolíticas crecientes, dejó una sensación ambivalente: se avanzó en lo técnico, pero se resquebrajó en lo político. Entre declaraciones conjuntas sobre inteligencia artificial, minerales críticos y migración, y gestos diplomáticos cuidadosamente calculados, lo más notorio fue la fractura interna frente a los grandes desafíos globales que enfrenta el mundo en este momento.

Donald Trump, en una decisión sorpresiva, aunque no del todo inesperada, abandonó anticipadamente la cumbre. Dijo hacerlo por la escalada entre Irán e Israel, pero su partida reveló algo más profundo: su incomodidad con un consenso internacional que ya no comparte ni respalda abiertamente. Su negativa a firmar una declaración conjunta sobre Ucrania y sus propuestas para reintegrar a Rusia (y eventualmente a China) al grupo, descolocan —una vez más— a los líderes europeos. Es el viejo debate sobre si el G7 debe seguir siendo un club de democracias liberales con valores compartidos o abrirse a otras formas de gobierno con principios distintos y sistemas de poder alternativos.

Es cierto que hubo algunos avances significativos. Las seis declaraciones conjuntas en temas como inteligencia artificial, control de incendios forestales, computación cuántica o cadenas de suministro de minerales críticos, muestran que el G7 tiene todavía la capacidad de marcar el ritmo en políticas clave para el futuro global. El acuerdo comercial entre Estados Unidos y Reino Unido, aunque modesto y sin abordar temas sensibles como el acero, también demuestra que se puede avanzar, incluso en tiempos de turbulencia política.

No obstante, estos logros parecen menores frente a la magnitud de la coyuntura internacional. En el caso de Ucrania, la división fue evidente. Mientras Reino Unido y la Unión Europea anunciaban nuevas sanciones a Rusia, Estados Unidos se desmarcaba. La precipitada partida de Trump resultó en la cancelación de reuniones importantes, como la prevista con Volodimir Zelenski, presidente de Ucrania, y con Claudia Sheinbaum, presidenta de México. El impacto diplomático no pasó desapercibido y dejó claro el debilitamiento del frente común.

¿El G7 puede existir con visiones tan diversas? La inclusión de temas como migración irregular o represión transnacional apunta a una agenda más realista y conectada con los desafíos actuales. Sin embargo, el cambio ideológico en Estados Unidos redefine las dinámicas dentro del grupo y pone en duda su capacidad para sostener una narrativa común frente a las grandes crisis —desde Gaza hasta Ucrania—.

Trump plantea una disyuntiva incómoda, pero inevitable. El mundo de 2025 ya no es el de 1975. La cumbre de Kananaskis evidencia que el equilibrio global entre lo que consideramos democracias también ha sido trastocado, y que las visiones políticas entre estos países impiden generar frentes unidos para atender contingencias globales.

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