Algunos analistas han dicho que Trump giró la mira de Irán a México, pasando de los ataques bélicos en Medio Oriente a los mediáticos contra su vecino del sur. En realidad, la mira siempre ha estado en el mismo blanco: enaltecer su imagen. La popularidad de Trump comenzaba a tambalear cuando se alineó el conflicto entre Israel e Irán, para después rematar con uno de los temas torales de su campaña: México. Los bombardeos no fueron físicos, pero golpeó en tres frentes: comercio, migración y seguridad.
Ante la decepción que provocarán los aranceles y el aislamiento internacional, presentarse como el mediador que calmó el conflicto en Medio Oriente le da oxígeno a su narrativa de “presidente fuerte”. Pero no era terreno cómodo. La tensión Israel-Palestina divide incluso a su base, y el conflicto puede reactivarse en cualquier momento. México, en cambio, ofrece una narrativa más simple y rentable en su campaña.
Tanto así que el primer ataque de esta semana fue equiparar a México con Irán, China y Rusia. La fiscal Pam Bondi, en audiencia ante el Senado, colocó a México en la lista de amenazas para EU, señalando migración, drogas y crimen organizado. La migración ha sido el tema estrella de Trump: conecta con su base, simplifica el enemigo y le permite ofrecer soluciones de fuerza.

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El segundo golpe fue financiero. El Departamento del Tesoro, dirigido por Scott Bessent, acusó a tres instituciones mexicanas —CIBanco, Intercam y Vector— de lavar dinero del narco. La firma Vector, vinculada a Alfonso Romo, exfuncionario de AMLO, fue señalada por operaciones con fentanilo y sobornos a Genaro García Luna. Sin entregar pruebas a México, la acusación encendió alarmas y provocó una intervención temporal para evitar un golpe al sistema financiero.
El tercer ataque, más sutil, mezcla seguridad, migración y comercio. El secretario de Estado, Marco Rubio, anunció restricciones de visas a familiares y socios de narcotraficantes mexicanos. El mensaje es claro: si estás cerca del narco, no entras. Es presión indirecta, pero efectiva, para amplificar la narrativa del “México amenaza”.
Los tres ataques apuntan a lo mismo: colocar a México como enemigo. Es una jugada conocida de Trump. No importa que no haya evidencia sólida; basta con polarizar y encender el nacionalismo. México vuelve a ser el enemigo útil que le permite mostrar fuerza sin arriesgar soldados.
Trump ha redibujado su mapa de guerra política, trazando una línea desde el Golfo Pérsico a lo que ahora, como parte de su estrategia, él denomina el Golfo de América que, en realidad, desempeña el mismo papel que México: no se puede borrar del mapa de EU, pero Trump manipulará la historia a su conveniencia. Para él, la ambición siempre ha pesado más que la geografía.

