Para entender lo que pasó en Siria esta semana, hace falta un poco de contexto histórico. En el debate sobre la guerra en Gaza se suele escuchar con frecuencia dos argumentos: los detractores de Israel acusan que el país es una invención moderna, que no existía antes de 1948; los del pueblo palestino argumentan a su vez que la identidad palestina es una invención reciente, pues los árabes que vivían en este territorio comenzaron a identificarse como palestinos sólo después de la creación de Israel. Ambos argumentos son ciertos.
Sin embargo, no se trata sólo de estos dos pueblos. En realidad, toda la región es un producto de la posguerra. Al igual que Israel, Siria es un mosaico etnorreligioso, una construcción artificial delineada por las potencias europeas al dividir el Medio Oriente en la primera mitad del siglo XX. En Siria, la mayoría de la población es árabe sunita, pero también hay alawitas (una rama del chiismo a la que pertenece el exdictador Bashar al- Asad), kurdos y, en el sur del país, beduinos y drusos. Estos dos últimos grupos arrastran una larga rivalidad histórica, y esta semana, un asalto de una banda beduina a un camión druso estuvo a punto de detonar un nuevo conflicto regional. Como si algo nos faltara. Tras el ataque, que derivó en enfrentamientos violentos entre grupos drusos y beduinos, el ejército sirio, bajo el mando del recién proclamado presidente al-Juliani, intentó intervenir. Algunos afirman que lo hizo para contener la violencia, otros creen que su objetivo era directamente reprimir a los drusos.
¿Y quiénes son los drusos?, se preguntarán. Los drusos son una comunidad étnica y religiosa que se separó del islam chiita en el siglo XI. Viven principalmente en el sur de Siria y el norte de Israel, y muchas de sus comunidades quedaron divididas tras la Guerra de Yom Kipur de 1973, cuando Israel tomó el control de los Altos del Golán. Uno de los principios fundamentales de la fe drusa es la lealtad al Estado en el que viven, lo que explica por qué la mayoría de los drusos israelíes sirven en el ejército, a pesar de tener familiares del otro lado de la frontera, en Siria.

Magnicharters, de pena
Alarmados por el asesinato de su comunidad en Siria, miles de drusos israelíes cruzaron la frontera –el ejército israelí los tuvo que regresar. Además, con el objetivo declarado de detener la matanza de drusos, Israel lanzó un ataque aéreo contra fuerzas del gobierno sirio y bombardeó posiciones estratégicas en Damasco, incluyendo zonas cercanas al palacio presidencial y al mando militar sirio. Esta advertencia militar pudo haber escalado hacia un nuevo conflicto regional, aunque las fuerzas armadas sirias están prácticamente destruidas. Sin embargo, Estados Unidos logró negociar un rápido cese al fuego.
Mientras algunos líderes drusos pidieron la intervención de Israel, otros se opusieron. El alto el fuego probablemente se mantendrá, al menos en el corto plazo, pero este nuevo episodio subraya el enorme desafío que enfrenta el presidente sirio —si ese es realmente su objetivo— de preservar la paz entre los diversos grupos étnicos y religiosos en Siria.

