MARCAJE PERSONAL

Bergoglio, el papa del fin del mundo

Julián Andrade<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Julián Andrade*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Javier Cercas fue al final del mundo, a Mongolia, para hacerle una pregunta al papa Francisco: ¿la madre del escritor se encontraría con quien fue su marido, y padre del escritor, después de la muerte?

Lo que Jorge Bergoglio le respondió a Cercas es “un escándalo” y una sorpresa y lo es, en parte, porque se estructura a la luz de un hombre, el Papa, que resultó una suerte de peculiaridad en el Vaticano, un verdadero y austero cristiano, en la línea de Juan XXIII.

Escribe el autor de El loco de Dios en el fin del mundo (Random House, 2025), que “el secreto de Bergoglio es que no tiene ningún secreto”.

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A decir de Víctor Manuel Tucho Fernández, el responsable del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (el antiguo Santo Oficio), el papa Francisco “no sale jamás a cenar. Nunca en su vida se ha tomado vacaciones, ni siquiera dos o tres días. Nada, no se da ningún gusto personal”.

Cercas viajó en la comitiva papal y tuvo acceso a personajes relevantes de la curia, con los que nos acerca a las profundidades de la política en la Iglesia católica, a los afanes de Francisco para establecer cambios duraderos y desatar una participación más activa, no sólo de los religiosos, sino de los creyentes e inclusive, los no creyentes.

Quizá por eso los sectores más conservadores veían con recelo a Francisco, quien nunca ocultó, en contraste, su desconfianza por el clericalismo.

Eso explica, a decir de Cercas, la decisión del Papa de viajar a las periferias, de buscar a los católicos en los puntos más remotos y de converger con los evangelizadores, de celebrar a los que viven su misión en lugares insospechados y hasta peligrosos.

Cercas, como se sabe, es un ateo, y Bergoglio, el líder del catolicismo, pero del encuentro surgió una obra que se adentra en temas más que urgentes para la propia Iglesia y su futuro.

Para nada es que el escritor crea que se puede irrumpir en los salones de la curia y cambiar rutinas y tradiciones, pero lo que sí ocurre es que se pueden abrir las ventanas y dejar que el aire haga lo propio.

Hay una posición ética detrás de todo ello, por eso Cercas deja muy claro que desconfía de Pascal, quien sostenía que “…si no es verdad que Dios existe, no pierdes nada; si es verdad, lo ganas todo”.

Cercas regresó de Mongolia y le pudo contar a su madre, es más, le mostró un video, de lo que el Papa contestó, algo extraordinario, por supuesto, que me resisto a consignar aquí porque hay que leerlo.

Lo que sí quiero señalar, es que luego de la muerte de la madre del escritor, recibió una llamada de un número desconocido:

—“¿Javier Cercas?”

—“Sí, contesté”.

—“Soy Jorge Bergoglio” —dijo con su afonía inconfundible y su inconfundible acento porteño—. Sí, el mismísimo papa Francisco.

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