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El Estado totalitario para Albert Camus, y su regreso

Antonio Fernández. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Antonio Fernández. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: La Razón

“Todo cambia, todo se transforma:

todo sigue igual”

Carlos Monsiváis

Albert Camus, filósofo y escritor francés de origen argelino, ganó el Premio Nobel de Literatura en el año de 1957; murió prematuramente, en un accidente automovilístico, el 4 de enero de 1960, a la edad de 46 años. Desarrolló su pensamiento bajo la visión humanista y existencialista de un provinciano en una ciudad cosmopolita como París.

Camus formuló sus ideas sobre el Estado y la justicia, partiendo de su experiencia del absurdo (El Mito de Sísifo, El Hombre Rebelde, La Caída), por ello, siempre se inclinó por la mesura, siendo duramente criticado por su postura pacifista sobre la independencia de Argelia, ya que señalaba que ante al absurdo de la guerra el ser humano experimentaba un impulso de rebelión, como un acto afirmativo contra la opresión.

Para Camus, el Estado es un ente necesario pero peligroso, el cual siempre debe de estar vigilado, ya que surgió de una necesidad de organización colectiva para proteger los valores conseguidos en la rebelión compartida, lo que derivó en la idea de justicia y dignidad. Por ello, el Estado tiende, inevitablemente, a crecer y tomar todos los controles del poder, y puede perder de vista al individuo en concreto, y sólo enfocarse en justificar sus fines para lograr el control total.

El Estado se encuentra en peligro constante de traicionarse, señala Camus, y pretende, muchas veces, tomar el poder absoluto, encarnar la verdad o la justicia total (como ha sucedido con el Estado divino, el Estado de partido único o el Estado totalitario), negando la individualidad humana y generando terror. Para ello, busca monopolizar la violencia, usándola de forma ilegítima, y más allá de lo que las leyes pueden permitirle.

Ejemplo de lo anterior, tenemos en la historia al estalinismo y al nazismo, que negaban la dignidad individual en nombre de abstracciones (raza, clase e historia), y utilizaban a las leyes y la fuerza para disfrazar la aplicación de la justicia mediante el terror. Ante ello, Camus propone que el ciudadano tenga un espíritu rebelde, que ejerza la crítica constante sobre el Estado, como una forma de evitar el totalitarismo.

Todo lo que comentó Camus referente al Estado totalitario, parecía que con el desarrollo de las grandes democracias (Estados Unidos, Francia, Alemania e Inglaterra), difícilmente podría regresar; sin embargo, hoy parece que estamos en presencia de él; así tenemos diferentes gobiernos que buscan el Estado totalitario, controlando todas las instituciones de gobierno, incluidos los órganos policiacos y los órganos impartidores de justicia, tenemos como ejemplos: Putin en Rusia, Netanyahu en Israel, Erdogan en Turquía, Bukele en El Salvador, Trump en Estados Unidos y varios más alrededor del mundo, que buscan el control total en todas las áreas del Estado.

No obstante lo anterior, contra estos gobiernos totalitarios ya no hay las voces críticas con la fuerza necesaria ni la calidad moral como la de un Albert Camus en Francia, y en México, ya no tenemos un Octavio Paz o un Carlos Monsiváis, que nos recuerden que siempre hay que criticar las limitaciones a las libertades en una sociedad para evitar la llegada del Estado totalitario, en virtud de que tampoco tenemos realmente partidos de oposición. Por ello, se requieren nuevas voces que nos alerten del totalitarismo que se expande por el mundo.

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