Los hechos son claros, miles de civiles en Gaza están al borde de la hambruna y decenas han muerto de hambre en los últimos días. Esto no es sólo el resultado del fracaso de las negociaciones entre Hamas e Israel y de una guerra que no termina, sino también de un cambio en la política humanitaria del gobierno de Israel desde que concluyera el último cese al fuego a finales de marzo de 2024. A pesar de la cruenta guerra, hasta principios de este año no había hambruna en Gaza.
Israel limitó las actividades de la UNRWA, la agencia de las Naciones Unidas para los refugiados palestinos, y varios grupos humanitarios detuvieron sus actividades durante el primer año y medio de guerra; además, Hamas solía confiscar la ayuda humanitaria y distribuirla sólo entre sus miembros o allegados, o bien la vendía a precios altísimos para obtener ganancias. Sin embargo, el frágil equilibrio se sostuvo, y durante el cese al fuego regresó la ayuda humanitaria en masa.
Netanyahu se encontraba en una encrucijada: o cuidaba el cese al fuego y permitía la entrada de una coalición internacional (los Emiratos y los egipcios estaban listos, y Europa dispuesta a aportar recursos), o tomaba el control de la distribución de alimentos, medicinas y agua en Gaza, prácticamente asumiendo la responsabilidad por millones de palestinos. Su decisión ya todos la conocemos: en vez de terminar la guerra y construir una alternativa al grupo terrorista Hamas, Netanyahu decidió regresar al combate y encargarle a una contratista estadounidense —sin experiencia en la distribución de ayuda humanitaria, y mucho menos en Gaza— la distribución entre la población. El resultado ha sido desastroso: violencia en los puntos de distribución, escasez de bienes básicos. El otro canal que queda, una serie de organizaciones internacionales sin protección militar, es claramente insuficiente.
En Israel, los canales de noticias, por primera vez en la guerra, están mostrando lo que sucede en Gaza desde el punto de vista palestino. Presentadores y políticos reconocen la hambruna. El público quiere, en su inmensa mayoría, el fin de la guerra. Una coalición de casi 30 países, liderada por el Reino Unido, demanda la entrada de ayuda humanitaria. Incluso el presidente Trump se mostró preocupado por lo que sucede en la Franja. Sin embargo, Netanyahu y su coalición de ultraderecha siguen en su marcha hacia el abismo. El primer ministro teme ir a elecciones y ha dejado las riendas del país en manos de un grupo de ministros radicales, cuya última fantasía es ocupar Gaza y expulsar a la población.

