Ayer mi compañera de páginas, la periodista Bibiana Belsasso en su columna Bajo Sospecha, documentó ejemplarmente cómo el caso de Israel Vallarta, el secuestrador, no es un expediente de justicia, es un asunto de política.
https://www.razon.com.mx/opinion/2025/08/04/no-es-justicia-es-politica/
Somos una sociedad victimizada sistemáticamente por la impunidad y acostumbrada a asumir como realidad las narrativas oficiales de turno que, en realidad, sólo nos revictimizan.

¿Y si en la propia 4T frenan la electoral?
Enemigo de mi enemigo; mi amigo es. La conseja popular es herramienta para la comunicación del poder, sea el PRIAN sea la 4T. El indebido montaje, proceso y la soberbia con que autoridades y medios de aquellos años manejaron la captura del secuestrador y su cómplice francesa, jurídicamente pudrió el caso.
La liberación de Israel Vallarta se ajusta a varias líneas narrativas, aparentemente positivas para el segundo piso del régimen morenista, justo en medio del asedio estadounidense vía T-MEC por el imperio del crimen a nivel nacional —fentanilo, huachicol, narco-funcionarios, internacionalización de cárteles hacia África o el Reino de Tonga en la Polinesia—, dar nota con una historia que golpea a villanos favoritos de AMLO como García Luna o Loret de Mola, intenta distraernos con el pasado.
Voltear para evitar mirar Tabasco o Sinaloa, hoy. Mirar hacia Estados Unidos para exigir la extradición de una de las dueñas de la guardería ABC en donde 49 bebés murieron quemados en 2009, atrae la atención de casos como el de La Barredora, sucursal del CJNG en la cuna de AMLO y Adán Augusto López.
Mecer la hamaca para que Israel Vallarta sea ejemplo viviente del pésimo sistema de impartición de justicia que la 4T ya corrigió con la inédita elección popular de personas juzgadoras —supongamos—, es de nueva cuenta, una afrenta más en contra de las víctimas de Vallarta y sus cómplices.
En Xochimilco había casa de seguridad para retener a sus víctimas, en Tres Marías; camino a Cuernavaca desde la Ciudad de México, también tenían guarida; las llamadas telefónicas en clave, tortura emocional para que las familias pagaran por la vida de sus seres levantados, existieron.
Esa realidad no cambió por el descarrilamiento del proceso, por las ansias de antes, como las de ahora, por contar historias que teóricamente apuntalaban su proyecto de nación.
Lo que sí cambió por enésima vez, fue que, a esas víctimas de Vallarta y compañía la justicia les quedó a deber. A ellas, no al torturador.
El pillo quedó libre, la política hizo una vez más de las suyas. Ahora la fama lo arropa para que cuente cómo ha sido su encuentro con la posibilidad, por ejemplo, de buscar un fuero legislativo. ¿Habrá quién lo postule para diputado o senador? Mientras les engorde el caldo…
Y mientras todo eso ocurre, vámonos hacia una nueva reforma electoral coordinada desde la Presidencia por el brillante Pablo Gómez.
El exlíder del movimiento estudiantil de 1968 dejó la Unidad de Inteligencia Financiera para operar la criba del Congreso. El circo de pistas convergentes no se agota, ni se olvida. ¿O sí?

