Las nuevas generaciones se la piensan dos veces antes de tener hijos. Las razones para este fenómeno son muy variadas, pasando por la situación económica y llegando hasta sentimientos de ansiedad por la sustentabilidad planetaria. Precariedad en las redes de apoyo al cuidado, dificultad para conciliar la vida laboral y familiar, una crisis de vivienda, aumento de la violencia en nuestras sociedades y un planeta enfermo, son razones que muchos jóvenes encuentran para preferir no traer hijos al mundo.
Ante la realidad del envejecimiento poblacional, es momento de tomar en serio estas preocupaciones y no simplemente juzgarlas desde el prejuicio de la generación que sabe más. Es una realidad que tenemos ya un par de generaciones que por más que se esfuercen no lograrán llegar al nivel de vida que tuvieron sus padres. Es verdad que por más avances que hemos tenido se ha descuidado la creación de redes de cuidado que permitan recibir la vulnerabilidad del inicio y el final de una vida humana, haciendo casi imposible para los jóvenes adultos navegar entre la vejez de sus padres, la infancia de sus hijos y sus colapsadas vidas laborales y personales. Y el clima, sí, el clima también es un factor que emerge como un elemento de desesperanza en las mentes juveniles.
Probablemente decir que el cambio climático incide en la pérdida de esperanza de las nuevas generaciones puede sonar drástico. Sin embargo, si observamos la frecuencia con la que los niños y jóvenes están viendo la vida de sus padres devastada por fenómenos naturales cada vez más catastróficos, podremos empezar a vislumbrar el horizonte desde sus ojos. Incendios, inundaciones, huracanes, sequías… fenómenos climáticos acelerados que destruyen la base de la subsistencia humana y que provocan dolor, hambre, pobreza y migración forzada.

Acuerdo para levantar bloqueos
En estas condiciones de guerra existen dos posibles escenarios futuros: uno en el que se confirme lo peor y otro en el que busquemos la solidaridad para dar cabida a la esperanza.
En este sentido llega la resolución del Tribunal de Justicia de la ONU, en la que se decreta la obligación legal de los Estados a luchar contra el cambio climático al ligarse sus consecuencias a amenazas a los derechos humanos. Los tratados internacionales, como el de París, son vinculantes y ahora son una responsabilidad compartida que está legislada por el derecho internacional, por lo que será un poco más difícil mirar para otro lado cuando se pide luchar hoy por asegurar un mañana para la raza humana.
La división y la crítica poco ayudan ante la desesperanza. Acciones concretas que protegen el futuro de nuestros jóvenes resultan más efectivas para abrir nuevos horizontes. Paso a paso, recuperemos la esperanza.
