Hace unos días se difundió la noticia de que el presidente Trump había girado una orden al ejército de su país para que se involucrara en la lucha contra los cárteles de la droga. Preocupa que esa instrucción sea el primer paso para la ejecución de operaciones militares estadounidenses en territorio mexicano con el fin de destruir instalaciones de los narcotraficantes y ejecutar a sus cabecillas.
De llevarse a cabo ese tipo de operaciones, lo más probable es que se hiciera con la tecnología más avanzada, es decir, con drones dirigidos a distancia; pero no podemos descartar que también se realizaran acciones militares en las que participan soldados trasportados por helicópteros. Menos probable es que se efectuara algún tipo de ocupación del territorio; sin embargo, eso es algo que no podría descartarse si los acontecimientos tomaran un giro inesperado.
La respuesta de la Presidenta Claudia Sheinbaum ha sido clara, firme y directa: el Gobierno mexicano no aceptará ningún tipo de operación militar de los Estados Unidos dentro del territorio nacional. Estamos ante un tema muy elemental de soberanía. El único ejército que puede actuar dentro del país es el ejército mexicano. El mensaje de Sheinbaum está apuntalado por la colaboración estrecha que ha habido entre los dos gobiernos para combatir el tráfico de drogas a través de la larga frontera que vincula a los dos países.

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Es evidente que la solución militar que ofrece Trump no toca el núcleo del problema de la adicción en los Estados Unidos. No es tirando bombas y matando narcotraficantes que el problema va a resolverse. Si el gobierno de los Estados Unidos quiere, en verdad, solucionar lo que algunos han descrito como una epidemia de adicción, tiene que abordarlo como un problema muy hondo y muy complejo de salud pública. No se trata, por supuesto, sólo de la atención médica inmediata para quienes están atrapados en las redes de la adicción, sino, sobre todo, de un tema de prevención, que no se reduce únicamente a una cuestión de salud mental, sino a lo que podríamos llamar un asunto de salud social.
En vez de volar drones, lanzar bombas y disparar metralletas, la sociedad estadounidense podría mirarse al espejo. ¿Por qué tantos millones de estadounidenses padecen algún tipo de adicción? ¿Qué sucede en las entrañas de esa sociedad que los empuja hacia el consumo de las drogas?
Una hipótesis que no deberíamos descartar es que lo que se plantea como una solución al problema de la adicción, es decir, el uso de la violencia sistémica, funciona como una de las causas que llevan a los estadounidenses a consumir drogas. Se trataría, entonces de una especie de círculo vicioso. La violencia dentro de la sociedad estadounidense alimenta la adicción y, por lo mismo, no es con más violencia como se va a resolver su problema.

