TEATRO DE SOMBRAS

Las calculadoras portátiles y la inteligencia artificial

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Quizá el debate más importante, más acuciante de la pedagogía actual, es el del rol que debe o no desempeñar la inteligencia artificial en el proceso educativo. Hace medio siglo hubo un debate semejante con relación al uso de las calculadoras portátiles. No está de más recordar lo que sucedió aquellos años para ayudarnos a reflexionar sobre lo que está aconteciendo ahora.

En la primaria a la que asistí se daba mucha importancia a las matemáticas. Sin embargo, los métodos de enseñanza no eran los mejores. Recuerdo que un maestro nos hacía practicar lo que él llamaba “matemáticas mentales”. El docente nos iba dando números para sumar y restar y al final preguntaba el resultado.

Algunas manos se levantaban y el primero que diera la respuesta correcta mejoraba su calificación. Quienes atinaban a la respuesta casi siempre eran los mismos, tres o cuatro niños que poseían esa habilidad. Los demás no la teníamos, pero de lo que ahora soy consciente es que nunca nos enseñaron a desarrollarla, jamás nos ofrecieron un método para sumar y restar sin ayuda de elementos externos. Los niños que contestaban los retos de las matemáticas mentales también eran los que, por lo general, sacaban las mejores notas en la materia. En mi escuela eso era el máximo logro. Los alumnos que destacaban en matemáticas eran considerados los más inteligentes, los más destacados, los mejores.

Todo esto viene a cuento porque cuando entré a la secundaria se comenzó a hablar de las calculadoras portátiles. En aquellos años eran muy caras, sin embargo, algunos de mis condiscípulos, hijos de familias muy ricas, comenzaron a llevar calculadoras a la escuela para el asombro de los demás. Fue así como se desató el debate. La mayoría de los maestros condenaban el uso de las calculadoras, les parecía un peligro terrible para la civilización: los niños se iban a volver estúpidos. Algunos de los estudiantes que sacaban las mejores notas en matemáticas desde la primaria, también juraron que ellos jamás las utilizarían, no se rebajarían a ello. Yo no tenía una opinión al respecto, era un simple espectador del debate. Sin embargo, ahora recuerdo que algunos de los mejores alumnos de la escuela comenzaron a llevar las calculadoras para mostrar todo lo que se podía hacer con ellas. Lo que ellos afirmaban es que, con la ayuda de las calculadoras, sobre todo las llamadas “científicas”, las de la legendaria marca Texas Instrument, podían avanzar en el plan de estudios para responder problemas que se veían en el último año de preparatoria o incluso en los primeros años de la universidad. Como la historia mostró, fueron ellos lo que tuvieron la razón. Nadie considera hoy en día que las calculadoras portátiles sean una amenaza a la especie humana. ¿Cabría hacer una comparación con la inteligencia artificial?

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