Las relaciones entre la pobreza y la democracia liberal son complejas y se han prestado a muchas posiciones ideológicas. Desde un punto de vista muy defendido a finales del siglo XX, la democracia liberal es la mejor forma de gobierno para reducir la pobreza, ya que las decisiones democráticas de las mayorías se inclinarán de manera natural por la implementación de políticas públicas que eleven los niveles de vida de la población. Eso es lo que se creía en México cuando el PRI salió de Los Pinos.
Desde otro punto de vista, se ha afirmado que el buen funcionamiento de la democracia liberal requiere que los niveles de pobreza sean bajos, ya que, de otra manera, las condiciones en las que opera el sistema democrático serán rehenes de las necesidades y las exigencias populares que siempre pueden ser manipuladas por individuos y grupos contrarios a la democracia liberal. Eso es lo que algunos sectores de la oposición en México creen en la actualidad.
Si juntamos estas dos ideas, podemos caer en una especie de círculo vicioso. No podremos salir de la pobreza sin tener más y mejor democracia liberal, pero no podremos llegar a tener esa democracia liberal si el porcentaje de pobres sigue siendo tan alto.
La tesis de que la mejor manera de salir de la pobreza es con un gobierno democrático liberal ha sido puesta en jaque por el éxito económico de China. La nación asiática ha sacado a la cantidad más asombrosa de individuos de la pobreza en los últimos años y nadie diría que tiene un régimen democrático liberal.
Por otra parte, la tesis de que una condición necesaria para el buen funcionamiento de la democracia liberal es que haya relativamente pocos pobres, también ha perdido fuerza. ¿Cómo explicar que naciones ricas estén dispuestas a abandonar la democracia liberal para abrazar distintas versiones del populismo, algunas de ellas cercanas al fascismo?
Hace unos días se anunció que en México se ha reducido el número de personas en situación de pobreza de una manera considerable. El dato es sólido, aunque, por supuesto, siempre se pueden poner en cuestión los criterios de la medición. Esta reducción se ha logrado dentro de un régimen que se ha alejado progresivamente de la democracia liberal.
Una de las explicaciones que se han dado del apoyo mayoritario al régimen es que en México hay demasiados pobres. Lo que se afirma es que, con tal de que los programas sociales sigan operando, a los pobres les tiene sin cuidado la democracia liberal. Antes se hubiera pensado que al bajar el número de pobres habría alguna esperanza de que volviera la democracia liberal al país. A estas alturas del siglo XXI, con todo lo que se ve en el resto del mundo, ya no se pueda aceptar ese supuesto de manera automática.
