BRÚJULA ECONÓMICA

Señales de enfriamiento productivo

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Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.  Foto: larazondemexico

Las preocupaciones sobre el desempeño de la economía mexicana persisten, particularmente en el binomio inflación-crecimiento. Si bien la inflación todavía muestra ciertas presiones, el incremento en los precios al consumidor permanece relativamente bajo y, por ahora, parece encontrarse bajo control. En contraste, la actividad productiva exhibe claros signos de debilidad, lo que anticipa un crecimiento raquítico para el año.

La revisión del PIB correspondiente al segundo trimestre reportó un crecimiento de 0.6% trimestral y 1.2% anual. Aunque se trata de una cifra positiva, el avance es muy limitado y no cambia la narrativa: las perspectivas apuntan hacia un mayor debilitamiento. De hecho, el consenso de la Encuesta Citi prevé un crecimiento anual de apenas 0.4% para 2025, lo que implicaría una desaceleración en la segunda mitad del año, después del 0.9% observado en el primer semestre. Los indicadores oportunos refuerzan este escenario: el IOAE estima un crecimiento anual de tan solo 0.2% en julio.

El comercio exterior tampoco ofrece alivio. En los primeros siete meses, las exportaciones acumularon un aumento de 4.3%, pero su composición revela contrastes importantes. Por un lado, las manufacturas no automotrices avanzaron 11.9% anual, impulsadas por la ligera recuperación manufacturera en Estados Unidos. Por el otro, los segmentos petrolero y automotriz continúan en franco retroceso.

Las exportaciones petroleras se contrajeron -25% en el mismo periodo, afectadas por una menor plataforma de exportación —que pasó de 817 mil barriles diarios a 692 mil— y por la caída de 14% en el precio de la mezcla mexicana. En cuanto al sector automotriz, las exportaciones acumulan un retroceso de -4.5% anual. Este resultado parece tener causas estructurales: a pesar del repunte en la producción de automóviles en Estados Unidos que refleja una expansión de ese mercado, la demanda de importaciones automotrices en ese país cayó -10% anual en enero-junio, lo que impactó directamente a México (-5%). La nota positiva es que, pese a la contracción, nuestro país ganó 1.7 puntos porcentuales de participación en el mercado de importaciones automotrices estadounidense en el primer semestre. Sin embargo, no puede descartarse que los aranceles ya estén afectando la competitividad de este sector estratégico.

Las importaciones, por su parte, evidencian la debilidad del mercado interno. En enero-julio apenas crecieron 0.5% anual, sostenidas únicamente por los bienes intermedios no petroleros vinculados a la producción exportadora no automotriz. En contraste, las importaciones de bienes de consumo se redujeron -4.1% anual, reflejo de la contracción del consumo privado (-0.5% estimado en julio). Asimismo, las importaciones de bienes de capital se desplomaron -9.7% anual, en línea con la caída de la inversión fija bruta (-6.2% en enero-mayo).

En suma, aunque persisten algunos focos de resiliencia en sectores exportadores específicos, el panorama general sigue siendo frágil. Los datos disponibles confirman que la economía mexicana encara una segunda mitad del año marcada por la desaceleración, en un contexto de demanda interna debilitada y de un entorno externo menos favorable. No obstante, si las políticas públicas de la actual administración en materia de inversión —particularmente aquellas orientadas a incentivar y facilitar la participación privada— logran traducirse en resultados tangibles en el corto plazo, la economía podría superar las expectativas actuales de crecimiento.

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