El ambiente político está envenenado. Los zarandeos en la tribuna del Senado son, más que la culminación, el inicio de lo que puede ser una escalada interminable. Durante años se ha alimentado la confrontación, la descalificación contra quienes piensan distinto. En los hechos es el debilitamiento de la política como herramienta para el cambio.
Los canales de diálogo son cada día más modestos, y mientras se estrechan, más se debilita a la democracia.
Por supuesto que hay responsables de esta situación y son los que han apostado por borrar a la oposición, por no escucharla y, mucho menos, acordar con ella.

Lista, la reforma de aguas
Detenerse en dilucidar quién dio el primer manotazo entre Alejandro Moreno Cárdenas y Gerardo Fernández Noroña, es como el acertijo del huevo o la gallina. Lo que sí se tiene que hacer es condenar la violencia porque esa ruta no conducirá a nada bueno.
De ahí que lo que se debería hacer es analizar cómo se llegó a esa situación, y la respuesta se puede encontrar en la conducción facciosa que hizo Fernández Noroña de la presidencia del Senado a lo largo del año legislativo que afortunadamente termina.
Nunca se asumió como representante de un poder, y optó por mantenerse en los linderos de grupos y corrientes con los que comulga.
Una muestra es la sesión que culminó en zafarrancho, donde a lo largo de una jornada agotadora, se trató de mostrar a los opositores como partidarios de una intervención extranjera. El pretexto son las declaraciones de Lilly Téllez a la cadena Fox y el viaje del propio Moreno Cárdenas a Washington.
Ni en la entrevista de Téllez ni en las denuncias de los priistas hay elementos para sostener que pretenden que desde Estados Unidos se encarguen de la seguridad en nuestro país, lo que sí hay es un llamado a la colaboración entre países, lo que, por lo demás, el Gobierno actual también practica, y cuya muestra más acabada es el envío de decenas de reos al norte del río Bravo sin juicio previo.
Es ahí donde se entiende que Moreno Cárdenas insistiera en fijar posición de su grupo parlamentario, como se había acordado en la mesa directiva.
Y otro asunto es el de la seguridad misma, donde se comprende el enojo del coordinador del PRI en San Lázaro, Rubén Moreira, al recordar que en el pasado sí se combatió al crimen y con un muy alto costo.
Moreira, en todo caso, tiene argumentos, porque los éxitos en el combate a los bandidos están más que documentados durante el periodo en que gobernó Coahuila.
Días difíciles que anticipan un periodo de crispación todavía mayor, pero donde hay que insistir, aunque parezca una tarea digna de Sísifo, que se debe restablecer la visión republicana y plural, la que propició, entre otras cosas, que pudieran acceder al poder quienes ahora lo detentan.

