Para responder a la pregunta que encabeza este artículo primero hay que saber qué es la austeridad. El Diccionario del español de México la define como la conducta en la que uno se atiene sólo a lo necesario o imprescindible. Una persona austera no se priva de lo necesario: no deja de comer, no viste con harapos, no duerme sobre el piso.
Vivir austeramente no es lo mismo que hacerlo de manera miserable. No se trata de vivir como los más pobres entre los pobres, porque ellos viven sin lo necesario para llevar una existencia mínimamente buena. Por lo mismo, podría decirse que no es lo mismo vivir de manera austera que hacer un voto de pobreza extrema.
Una vida austera es una sin lujos, sin excesos, sin ostentación. Es una de simplicidad, de moderación, de frugalidad. Una persona austera nunca gasta de más, pero tampoco gasta de menos. Si necesita alimentarse y puede hacerlo de manera correcta, decente, saludable, con cien pesos, no gastará mil pesos para darse un banquete, pero tampoco gastará diez pesos para quedarse con hambre al final del día.

Magnicharters, de pena
A la persona austera se le puede criticar por avara. Supongamos que el susodicho que elige comer con cien pesos en vez de con mil es muy rico. Alguien le podría reprochar que gaste menos de lo que puede, que se prive de los lujos a los que tiene alcance, todo por seguir un principio absurdo. La vida es para disfrutarse, se diría, ¿por qué entonces no comer un manjar de mil pesos cuando se tiene más que suficiente para darse ese lujo? La respuesta de la persona austera es que la vida feliz no es una de excesos, sino de moderación. Los excesos nos llevan por un camino que nos aleja de los bienes verdaderos y nos hace perdernos en una selva oscura en la que, tarde o temprano, habrá sufrimiento, decepción y arrepentimiento. Por lo mismo, todos los grandes sabios de la humanidad han enseñado que la austeridad es una de las condiciones de la vida buena y feliz.
Podemos distinguir la austeridad personal de la austeridad pública. Quienes laboran en una oficina de gobierno deben ser austeros no sólo por una virtud personal, sino porque los recursos que se utilizan son públicos y, por lo mismo, los funcionarios que disfrutan de los excesos están abusando de los recursos colectivos. Si un gobernante compra un auto de lujo para transportarse en vez de adquirir uno más barato estará gastando de más, porque esos recursos se pudieron haber utilizado para una mejor causa, como para pintar los muros de una escuela o para comprar medicinas para los enfermos. Todos hemos escuchado la frase de “austeridad republicana”. Lo que se subraya con esa expresión es que, a diferencia de las monarquías, en las que los reyes usan el erario para llevar vidas de un lujo ofensivo, en las repúblicas, los gobernantes viven de manera austera, sin gastar de más, sin construir palacios, ni vestir con ropas caras, ni tener un ejército de sirvientes.
¿Qué pueden hacer los gobernantes de una república para ser austeros? Una respuesta es que deben templar su carácter para no caer en las tentaciones de los excesos. Eso supone, sin embargo, un proceso de formación de la personalidad que no es fácil para todos. Otra respuesta es que, para evitar las tentaciones, el salario de los gobernantes debe ser austero, es decir, no debe permitirles vivir con lujos, para que de esa manera no caigan en la tentación de comprar autos de lujo o casas de campo o demás cosas por el estilo. Insisto, no se trata de que su salario sea miserable, sino que simplemente les permita vivir de manera austera de acuerdo con su cargo.
A manera de conclusión podría afirmarse que la austeridad sí es una virtud y no sólo lo es la privada, sino también la pública. ¿Es mucho pedirle a los demás, sobre todo si son nuestros gobernantes, que vivan de acuerdo con esa virtud? Antes de responder esa pregunta, quizá deberíamos, usted y yo, comenzar por plantear una equivalente para cada quién: ¿debería cambiar mi vida para ser una persona más austera?

