Nicolás Maquiavelo decía en su obra El Príncipe que los gobernantes deben hablar en público de virtudes, justicia y grandeza, pero en privado actuar con pragmatismo, para garantizar la seguridad y estabilidad del Estado. Decía que la política es un arte donde la apariencia es tan necesaria como la acción oculta.
Y esto lo digo por la visita del secretario de Estado del gobierno de Estados Unidos, Marco Rubio. Lo que anunciarán tanto el Gobierno mexicano como el funcionario estadounidense frente a cámaras y boletines es predecible: cooperación en materia de seguridad, combate al fentanilo, mayor control migratorio y diálogo sobre comercio bilateral. El guion oficial ya está escrito: frases diplomáticas, apretones de mano y promesas de coordinación.
Pero, como bien lo dictó Maquiavelo, lo importante no está en lo que se dice, sino en lo que se negocia. Detrás de las cámaras, a puertas cerradas, la conversación girará en torno al intercambio de inteligencia, extradiciones estratégicas y la lista de objetivos prioritarios para ambos países.

Magnicharters, de pena
México ya ha mostrado señales de coordinación y cooperación, no sólo al poner retenes en puentes internacionales para frenar el cruce de drogas y efectivo, sino también lo ha hecho al detener el flujo migratorio ilegal, contener y combatir a grupos violentos que mantenían asoladas regiones importantes del país, y al facilitar la extradición de por lo menos un centenar de objetivos prioritarios, líderes y operadores de grupos delincuenciales de alto rango.
Sin embargo, no han sido recíprocos; pareciera que la balanza está más inclinada hacia México, y es que si bien el gobierno de Estados Unidos ha mostrado cierta cooperación, como el intercambio de información de inteligencia y algunos otros aspectos poco notables, como el caso de la detención con fines de extradición de un exfuncionario de Pemex, el cual ni siquiera era un objetivo prioritario en la agenda de la Presidenta y de su estrategia de seguridad, es más, sus acusaciones carecen de sustento. México está esperando menos discursos y más acciones, y para esas acciones ya tienen nombres y apellidos.
Aquí lo que se tiene son dos países que públicamente presumen intereses comunes en materia de seguridad, pero que en privado se mueven con agendas estratégicas para su propio beneficio. Lo que en público se llama cooperación, en privado se traduce en cálculo, intercambio y negociaciones que raramente llegarán a un boletín de prensa.
En política exterior, como en Maquiavelo, la virtud se proclama en público, pero la seguridad se garantiza en privado. Marco Rubio se llevará de México titulares sobre cooperación, pero lo que realmente contará será la lista que se intercambie bajo la mesa. Porque en estas reuniones, la agenda pública tranquiliza… pero la privada decide.
Reenviado. Para nada es casualidad el timing de la denuncia presentada por el gobierno de Tamaulipas contra funcionarios y del propio exgobernador de ese estado, en relación con los contratos con las empresas propiedad del extinto empresario Carmona. Lo que se construyó como una narrativa con una sola cara, hoy se muestra completa. Quien los encumbró y los hizo socios, hoy está desesperado, al darse a conocer esa información, sabe que eso lo convierte en un objetivo de esta agenda de cooperación.