Parece ser que uno de los rasgos humanos más comunes sea fracasar en el intento de cambiar: dejar algún hábito destructivo o tener más disciplina o paciencia o enojarnos menos cuando todo sale mal. Uno de los obstáculos para mejorar está en el terreno de lo que no conocemos o sea de la mente inconsciente. Otro gran obstáculo es la necesidad de defenderse cuando se recibe una sugerencia de cambio. En lugar de escuchar, se intenta preservar las cosas tal y como están. A veces defendemos a la persona que somos sin dejar espacio para la persona en la que podríamos convertirnos.
Es cosa de todos los días fracasar al hacer cambios. La investigación sugiere que el cerebro prioriza el aquí y ahora. Se centra en las gratificaciones inmediatas en lugar de los beneficios de largo plazo. Vivir en el aquí y ahora está detrás, muchas veces, de las malas decisiones.
Tal vez las personas que están cerca de nosotros tienen más distancia para observarnos y ven con más claridad qué podríamos modificar, pero ante la retroalimentación o la crítica, respondemos con ira, negación y siendo defensivos: “No te he llamado porque tengo una agenda muy saturada, me la paso trabajando, si tan sólo fueras más comprensivo”; “bebo porque sólo así me relajo, tengo una vida muy estresante”; “respondo con enojo porque me provocas, porque no ves lo difícil que es mi vida”; “llegué tarde porque la ciudad es una locura”. Estas respuestas son ejemplos de una conducta defensiva.

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Nos gusta pensar que hacemos las cosas bien, que damos nuestro mayor esfuerzo, que tomamos las mejores decisiones posibles. Si alguien nos cuestiona, la imagen de nosotros mismos se tambalea. Asociamos una sugerencia o una crítica con una amenaza a nuestra identidad.
Emily Falk, experta en psicología de la defensa excesiva, explica que a veces el cerebro confunde el sistema de valores (lo que es bueno o malo) con el sistema de autorrelevancia (quién soy yo contra quién no soy yo). Los dos sistemas están interconectados. Pensamos que lo bueno es lo que somos y lo malo lo que no somos. Si alguien nos dice que estamos haciendo algo mal, estos sistemas entran en conflicto. Vivimos la crítica como un ataque a nuestra identidad y concluimos que somos malos padres, madres, amigos, hijos y empleados.
Una de las sugerencias para ser menos defensivos sería distanciarnos un poco de nosotros mismos para tomar perspectiva. Distanciarnos de quienes pensamos que somos e identificarnos menos con las características que estamos seguros nos definen. Mientras más periféricas y menos centrales las descripciones sobre nuestra identidad, menos reactividad frente a las sugerencias de cambio.
Tal vez podemos decidir cómo vamos a recibir la crítica, con cuánta apertura o defensa férrea. Podríamos pensar que la información que otros nos dan sobre lo que ven en nosotros es útil.
El yo puede ser amplio y multifacético, si mantenemos la mente abierta. Una sugerencia no nos hace malos ni elimina las otras dimensiones de la personalidad que funcionan bien. Tal vez hay que pensar en todo lo que nos sale bien para después aceptar la crítica constructiva.
Un sentido de propósito en la vida aumenta la probabilidad de que hagamos cosas que nos mejoran, como cuidar nuestro cuerpo y nuestras relaciones.
Un cierto sentido de trascendencia nos permite ver que el mundo es más grande que nosotros y nos ayuda a ser menos reactivos y a sentirnos menos amenazados. Pensar que no somos tan importantes, ayuda. También sentirse conectado con los otros en nuestra humanidad debilita el egocentrismo y la necesidad de defenderse.
Valeria VillaDefenderse menos

