MARCAJE PERSONAL

Los ecos del 2 de octubre: memoria y política

Julián Andrade<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Julián Andrade*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Las vueltas del 2 de octubre, la tarde trágica de 1968 que sigue gravitando en la vida política de México. Esto es así, en parte, porque los 34 muertos por disparo de arma de fuego en Tlatelolco son una barbaridad, inclusive para los flexibles estándares del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz, quien siempre se sintió orgulloso de sus decisiones y comportamiento.

Pero una cosa es la historia, acreditada por las investigaciones judiciales y periodísticas, y otra es la que proviene de la memoria.

En esta última variable coloco mi amistad y admiración por algunos de los dirigentes estudiantiles de aquellos años.

Luis González de Alba, Marcelino Perelló y Sócrates Campos Lemus, ya fallecidos, son un trío al que conviene recordar, por sus diferencias, por supuesto, pero también porque convergían en esa vitalidad que los hizo poner en aprietos a un gobierno que no percibió con claridad las pulsaciones de cambio que ya presionaban desde el subsuelo de la sociedad.

González de Alba y Perelló eran representantes de la UNAM por las facultades de Psicología y de Ciencias, y Campos Lemus por Economía del Instituto Politécnico Nacional. Pronto se convirtieron en un referente y ganaron el liderazgo del complejo, y no pocas veces inquietante, Consejo Nacional de Huelga, la instancia de deliberación y construcción de acuerdos del Movimiento Estudiantil.

El mitin en Tlatelolco los marcó y, en alguna medida, definió su propio futuro. González de Alba y Campos Lemus fueron detenidos en el edificio Chihuahua y luego internados en la penitenciaría de Lecumberri.

Perelló, en cambio, quien en ese momento no se encontraba en la Plaza de las Tres Culturas, partió a un largo exilio, que se prolongó por décadas y en donde pasó una larga temporada en Rumanía.

Sí, el viejo régimen, ese que desvaneció por las diversas reformas democráticas, encarcelaba o expulsaba a los estudiantes.

Vale la pena tener presente esa cuestión ahora que nos encontramos en el proceso de cambio de régimen que, todo indica ya, no será un avance en lo que respecta a lo que teníamos, sino una involución a un territorio, en parte conocido, pero impredecible porque el país ya es otro de aquel en que disolver de modo violento una concentración estudiantil y encarcelar a los participantes parecían una medida razonable.

González de Alba, Perelló y Campos Lemus ya no están para rebatir o aceptar, pero creo que partiendo de sus escritos y de lo que afirmaron a lo largo de los años estarían sorprendidos con lo que está ocurriendo.

Pero sí hay una certeza, eran unos convencidos de las libertades de democráticas, y en ello fueron consecuentes. Lo muestran sus biografías, sus luces y sus sombras, pero sobre todo, la enorme curiosidad con la que seguían mirado el mundo hasta que murieron, sí, como aquellos jóvenes que ayudaron al derrumbe de los cimientos autoritarios y que pagaron el precio por ello.

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Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón