CARTAS POLÍTICAS

Nadie, ni nada es intocable

Pedro Sánchez Rodríguez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Pedro Sánchez Rodríguez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: Imagen: La Razón de México

Adán Augusto López Hernández es una de las figuras más prominentes del obradorismo.

Hijo del notario que ayudó a López Obrador a conseguir el registro del PRD en Tabasco, amigo, casi hermano, de AMLO, gobernador de Tabasco, secretario de Gobernación y precandidato presidencial. Luchó por ser quien diera continuidad a la Cuarta Transformación. Su peso político es indiscutible y su poder dentro de Morena era usualmente incuestionable.

Su cercanía con el obradorismo lo convirtió en protagonista durante las precampañas de 2023. No fue el afortunado, pero su aspiración lo colocó en una de las posiciones más relevantes para el partido y el país. La coordinación de la bancada en el Senado le dio la posibilidad de hacerse de senadores aliados y parecía confirmar que seguía siendo una de las 3 piezas más relevantes dentro del partido y el movimiento.

Hoy, sin embargo, su nombre está en medio de un escándalo. Señalamientos sobre su patrimonio y sus declaraciones fiscales y la revelación de que quien fuera su secretario de Seguridad en Tabasco encabezaba la organización criminal más grande del estado lo tiene en una situación complicada. Y aunque el senador se muestra tranquilo, en realidad es una crisis que parece difícil de superar y que por el contrario no hace más que subir de volumen. Lo que en otro momento se hubiera leído como ataques externos, ahora se ha convertido en un desgaste que encuentra eco también y sobre todo dentro del propio oficialismo.

La forma en que este caso se ha mantenido en la agenda pública no es casual. Hay temas que pasan con rapidez y otros que se mantienen porque hay interés de que así sea. El de Adán Augusto pertenece al segundo grupo. Que las acusaciones hayan escalado y que no exista un esfuerzo visible por contenerlas obedece mucho más a una lógica interna de Morena que de la oposición.

El contraste es revelador. Cuando estallaron las acusaciones contra Cuauhtémoc Blanco, el partido se apresuró a blindarlo. Se multiplicaron las declaraciones de respaldo, se relativizaron las denuncias y se buscó instalar la idea de que todo era producto de una persecución política. Con Adán Augusto el tono es otro: hay silencio, distancia y, en el mejor de los casos, defensas tibias. Es irónico, porque en los hechos la acusación contra Blanco también era seria, pero ahí el cálculo fue protegerlo a toda costa; en cambio, a López se le ve navegar solo en medio del escándalo.

El mensaje es que no hay imprescindibles. Adán Augusto fue indispensable en la primera etapa de la 4T, pero pudiera ya no serlo. Lo que se está enviando hacia dentro del movimiento es una advertencia: nadie es intocable. La coalición que llevó a Sheinbaum a la Presidencia fue amplia, diversa y en muchos sentidos heredada; pero los integrantes de esa coalición siempre pueden ser sustituidos por otros leales al movimiento que esperan su momento de ser parte de las mieles de las primeras filas del poder.

Ésa es la clave. No se trata de un deslinde frontal ni de un castigo por su falta de austeridad, sino de una muestra de jerarquía y una demostración de mando. En todo régimen, el valor de cada cuadro se mide en función de su utilidad y de su disciplina, no de la historias de antaño ni de los cargos y credenciales acumuladas. Adán Augusto tenía un capital político importante, que está en entredicho, desvalorizado y que no vale el costo de blindarlo. Por el contrario, hoy su valor político está en exhibirlo.

Para la oposición, este caso es oro molido. Lástima que también esté moralmente derrotada. El trasfondo, sin embargo, no es una historia que tenga que ver con la oposición, sino con la coalición en el Gobierno. La lealtad en la 4T no se hereda, no se presume, no se autogesta, se demuestra día con día. El nuevo régimen exige lealtad y alineación y de vez en cuando tiene que recordarlo. El caso de Adán Augusto no es únicamente sobre declaraciones fiscales o un exsecretario caído en desgracia; es un recordatorio de que la coalición se mantiene porque existe alguien que define sus ventajas y sus límites.

El poder no se comparte: se demuestra. Sheinbaum está mostrando que incluso los más “duros” pueden ser prescindibles.

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Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón