TEATRO DE SOMBRAS

La impunidad del vandalismo

Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

Si usted rompe los vidrios de una tienda, destruye su mobiliario y se roba los productos que hay dentro de ella y, además, hace todo eso en la cara de un grupo de agentes del orden, lo más probable es que usted será aprehendido, acusado y condenado por su delito. Sin embargo, si usted hace lo mismo durante una protesta por algún motivo político, quedará impune. Los policías serán testigos de sus actos, los empleados de la tienda no podrán hacer nada para detenerlo y los dueños del negocio tendrán que pagar por los platos rotos.

¿Por qué esa impunidad? La respuesta que se ofrece es que cuando un grupo de manifestantes destruyen y roban en realidad no están destruyendo y robando, sino que están protestando por razones políticas, y esa protesta política está protegida por el derecho a la libertad de expresión, en particular, a la libertad de protestar en contra de las autoridades.

Podría replicarse que una cosa es protestar y otra cometer actos vandálicos, que hay una línea bastante gruesa entre ambas acciones. Eso fue lo que propuso la UNAM hace unos meses cuando intentó reformar el Reglamento del Tribunal Universitario. La respuesta contraria de algunos grupos universitarios fue inmediata. Lo que se adujo es que la UNAM pretendía “criminalizar la protesta”.

Imagínese usted que un muchacho está protestando por una causa razonable, digamos, por los efectos negativos que ha tenido la gentrificación. Sale a protestar y para expresarse no le basta marchar o gritar o desplegar una manta, sino que se siente en la necesidad de hacer algo más para que su protesta sea más expresiva. Entonces va con un grupo de indignados al MUAC (el Museo Universitario de Arte Contemporáneo) y hace destrozos millonarios. De acuerdo con quienes lograron que la reforma al Reglamento del Tribunal Universitario se echara para atrás, esos actos destructivos de los manifestantes no pueden juzgarse a la ligera como actos vandálicos, es decir, delictivos, sino que fueron una forma de expresión con la que se llevó a cabo su protesta.

Lo mismo se diría del llamado Blowur Negro que el pasado 2 de octubre actuó con suma violencia, causando todo tipo de daños en locales y lesiones a miembros de los cuerpos del orden. De nuevo, lo que sus apologistas dirían es que lo que los mueve es la protesta política, una causa noble, y, por lo mismo, todo lo que hagan para protestar estará justificado de antemano. Los destrozos que realizan no son, en realidad, destrozos, son protestas y no hay que confundir a los destrozos con las protestas. Es más, como se trata de una forma de violencia legítima, aducirían que, a decir verdad, ni siquiera calificaría como violencia a secas, sino como algo distinto, algo noble, admirable, loable.

¿Usted qué piensa, estimado lector? ¿Cree usted que ese razonamiento es válido?

Temas:
TE RECOMENDAMOS:
Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón