Este año el Premio Nobel de Economía (¿por qué la economía es la única ciencia de la conducta humana a la que se le otorga un Nobel?), se le otorgó a Joel Mokyr, profesor de la Universidad de Northwestern, Estados Unidos, por haber identificado, en el progreso tecnológico, los prerrequisitos del crecimiento sostenido, y a Philippe Aghion, profesor de la London School of Economics, Reino Unido, junto con Peter Howitt, profesor de la Universidad de Brown, Estados Unidos, por sus teorías del crecimiento sostenido por medio de la destrucción creativa, concepto en el que centro la atención.
Fue el famoso economista austríaco, Joseph A. Schumpeter (1883 – 1959), quien, en su libro Capitalismo, socialismo y democracia (1942), presentó el concepto, acuñado por él, de destrucción creativa, que consiste en que, gracias al avance técnico, lo bueno sustituye a lo malo, lo mejor sustituye a lo bueno, y lo excelente sustituye a lo mejor, tanto en los procesos de producción de bienes y servicios, por lo cual las empresas se vuelven más productivas, capaces de hacer más con menos, de reducir sus costos de producción, como en la producción bienes y servicios, por lo que se producen mejores satisfactores, capaces de satisfacer mejor las necesidades de los consumidores.
Un ejemplo.
¿Recuerdan los radiolocalizadores (conocidos como beepers, pagers o buscapersonas), que en su momento, las décadas de los ochentas y noventas del siglo pasado, fueron lo más avanzado en materia de comunicación? En términos generales, en 1980, el precio del aparato era, en promedio, 300 dólares, y el servicio mensual costaba, también en promedio, 22.50 dólares mensuales. Diez años después, en 1990, el precio del dispositivo era, en promedio, 60 dólares y el del servicio, también en promedio, 8.50 dólares mensuales.
¿A qué se debió esa reducción en el precio? En buena medida, a la reducción en el costo de producción. ¿Y a qué se debió la reducción en el costo de producción? A la destrucción creativa, al hecho de que se inventaron mejores maneras, más productivas, menos costosas, motivadas por el afán de lucro de los empresarios, de producir los radiolocalizadores, lo que permitió ofrecerlos a menor precio y, dada la ley de la demanda, a menor precio mayor cantidad demanda, vender más, aumentado, si no la tasa de ganancia, sí el monto de la ganancia. Se sustituyeron procesos de producción caros por otros baratos. Los empresarios inventaron maneras más baratas, menos caras, de producir.
Todo lo anterior, en la época de los radiolocalizadores, que ya no existen. ¿Por qué? Porque se inventaron los teléfonos celulares, aparatos más eficaces, en materia de comunicaciones, que los radiolocalizadores, a los que sustituyeron en las preferencias de los consumidores. ¿A qué se debió la sustitución? A la destrucción creativa, al hecho de que se inventaron mejores maneras de satisfacer las necesidades de comunicación: el teléfono celular es más eficaz que el radiolocalizador.
Estrictamente hablando no se trata, como la llamó Schumpeter, de una destrucción creativa, sino de una sustitución creativa: ni el segundo modo de producción (barato) destruyó al primero (caro), lo sustituyó, ni el teléfono celular destruyó al radiolocalizador, lo sustituyó, sustituciones que son efecto de la empresarialidad.
Continuará.