ENTRE COLEGAS

Naciones Unidas: 80º aniversario

Horacio Vives Segl. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Horacio Vives Segl. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

El pasado viernes se cumplieron 80 años de la fundación de la Organización de las Naciones Unidas, el 24 de octubre de 1945.

Producto de la estela de devastación, horror y cenizas que dejó el más grande conflicto global que haya experimentado la humanidad, la Segunda Guerra Mundial, las naciones que se impusieron al término de ésta sentaron las bases de un nuevo orden mundial y del multilateralismo imperante desde entonces.

Como no podría ser de otra manera, las potencias dominantes de la época diseñaron la institución posible, que no la ideal. Había que jugar el juego de la igualdad entre las naciones, a la vez que era necesario ratificar lo obvio: no todos los países pesan lo mismo en el concierto internacional y las potencias habían de tener un peso ponderado. De ahí que, dentro de los órganos principales de la ONU, la Asamblea General está integrada por todos los Estados miembros, con igualdad de voto, y con atribuciones para emitir decisiones no vinculatorias; mientras que el Consejo de Seguridad, cuyas resoluciones sí son vinculatorias, tiene quince miembros, de los cuales cinco son permanentes y corresponden a las potencias ganadoras de la guerra (Estados Unidos, la Unión Soviética —hoy Rusia—, el Reino Unido, Francia y China), las cuales tienen facultad de veto sobre cualquier decisión. Los otros diez miembros, no permanentes, son electos cada dos años por la Asamblea General; por último, la cabeza ejecutiva de la institución es la Secretaría General, cuyo titular es electo tanto por el Consejo de Seguridad —por lo que ha de superar cualquier veto— como por la Asamblea General, cada cinco años, con posibilidad de ser reelecto para un segundo mandato.

A pesar de que, a lo largo de ocho décadas la ONU ha sido incapaz de cumplir cabalmente con su objetivo principal, el mantenimiento de la paz, dados los numerosos y graves conflictos que se han sucedido desde su fundación, es innegable que, en el agregado, el mundo es mejor con la existencia de las Naciones Unidas. Además de sus esfuerzos incansables para alcanzar la paz en zonas de conflicto, las acciones de cooperación y desarrollo, así como el impulso a los derechos humanos, han sido los mayores aciertos de la más influyente institución del multilateralismo.

Sin embargo, el 80º aniversario de la organización no coincide precisamente con un momento para celebrar. Diversos conflictos siguen vigentes en el mundo. Tres guerras activas: la civil en Sudán, la invasión rusa a Ucrania y la que se desarrolla en Gaza (aunque, ciertamente, los acuerdos entre las partes, impulsados por Estados Unidos han generado un momento de fundado optimismo). Que uno de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad (Rusia) haya invadido a una nación vecina, y que la potencia hegemónica (Estados Unidos) tenga un gobierno voluntarista, crítico de la organización y del multilateralismo, que tensa con decisiones unilaterales el derecho internacional y asume posturas —inclusive en el mismo seno de la ONU— contrarias a su diplomacia tradicional, son reflejo del muy complejo momento que atraviesa la organización. A todo ello hay que sumar los retos financieros que afronta la ONU, así como los crecientes o renovados desafíos globales vigentes, especialmente la urgencia de encontrar soluciones de consenso para frenar el cambio climático.

Ante los cruciales y crecientes problemas mundiales que requieren soluciones globales, la apuesta debe seguir siendo reforzar el multilateralismo y respaldar a la Organización de las Naciones Unidas.

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