Las imágenes que llegan desde Gaza, pocos días después de que iniciara el cese al fuego entre Israel y Hamas, son aterradoras. No hablo sólo de la inmensa destrucción que Israel dejó detrás, ni de los miles de civiles que regresaron al norte de la Franja a sus casas para encontrar únicamente ruinas, sino también de las escenas casi apocalípticas del grupo terrorista Hamas asesinando a sangre fría —a veces mediante ejecuciones públicas masivas— a sus opositores.
Todo esto ocurre sobre los escombros de una guerra que el propio Hamas provocó. Se trata de una operación cuidadosamente planificada y ejecutada con rapidez, cuyo objetivo es castigar a quienes se atrevieron a desafiar su autoridad durante el conflicto y a quienes amenazan la continuidad de su régimen de terror en Gaza.
No sorprende que este grupo despiadado haya emprendido una cacería de brujas para intentar mantenerse en el poder; lo verdaderamente alarmante es que ni los mediadores del alto al fuego ni Israel hayan previsto este escenario ni tomado medidas para evitarlo. Dentro de Israel, tanto la oposición como los cuerpos de seguridad llevan casi dos años reclamando al gobierno la creación de un plan para “el día después” en Gaza. La realidad ha demostrado que la fuerza militar, por sí sola, no basta para erradicar a Hamas. Resulta casi imposible eliminar a un movimiento que se ha convertido en una guerrilla urbana con cierto apoyo popular. La única vía para acabar con él pasa por construir una alternativa política, y más adelante, también una de seguridad, capaz de gobernar la Franja. Sin embargo, esto no puede improvisarse. La Autoridad Palestina, además de ser ineficiente y corrupta, no gobierna Gaza desde 2006; y desde entonces, Hamas ha suprimido toda oposición y consolidado un control casi absoluto sobre los medios, las escuelas y las mezquitas.
Ese reemplazo político debió haberse desarrollado de manera gradual . No obstante, la derecha israelí, en su fantasía de prolongar indefinidamente la guerra, se negó rotundamente a impulsar este plan. Del otro lado del Atlántico, el presidente Trump centró todos sus esfuerzos en lograr un cese al fuego y, con los reflectores encima, se apresuró a aparecer justo antes de su entrada en vigor para atribuirse el mérito. Sin embargo, los hechos recientes en Gaza dejan en evidencia que Washington carece de una estrategia real para poner fin al dominio de Hamas. Los países árabes temen enviar tropas y verse arrastrados a una guerra contra los terroristas; Israel rechaza el regreso de la Autoridad Palestina; y mientras tanto, a sólo días del fin de la guerra, Hamas no sólo ha sobrevivido, sino que emerge como el vencedor dentro de Gaza. Sólo un acuerdo diplomático de gran alcance, acompañado de la construcción paciente de una alternativa palestina legítima, podrá poner fin a su reino de terror.