LA UTORA

Busco la vibra de seres superiores

Julia Santibáñez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Julia Santibáñez. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: larazondemexico

Las tumbas de Elvis Presley, Marilyn Monroe, Amy Winehouse y Bob Marley dan fe: el caos emocional se apacigua cuando ofrecemos respeto en sitios sagrados. Por eso, lápidas y hogares de rockstars se llenan a diario de flores, cartas, libros, piedritas.

Las dejan los fans para agradecer a quienes sienten cercanos. Para honrar su existencia. Esto viene del Barroco, cuando se armaban peregrinaciones al santuario de Tomas Becket, a ver la mano de Teresa de Jesús o el cráneo incorrupto y abollado de Catalina de Siena. Rozar la energía de un ser mayor hace bien.

La semana pasada, en el Festival de Poesía del Seminario de Cultura Mexicana, coorganizado por Arte & Cultura y Literatura UNAM, aprendí algo de mi amiga del cora, la poeta Myriam Moscona. Resulta que hace años fue a visitar el paraje donde su pecador favorito, Rainer Maria Rilke, dio inicio al portento de libro Las Elegías de Duino. De chavita leyó con fervor al checo-alemán. Puso en la pared de su recámara una foto de aquellos ojos. Les hizo un pedestal, con todo y nardos. No entendía los versos del poeta, pero le despertaban el sentido de algo enorme, más grande que todo. La belleza. “Idealicé su espíritu. Lo adoré sin límites”, recuerda.

Décadas más tarde le ganó la necesidad de ir al Castillo de Duino, cerca de Trieste, Italia, donde en 1912 Rilke fue huésped de Marie von Thurn und Taxis, dueña de la fortaleza que domina ese acantilado. El autor concibió Las Elegías, hermosamente perturbador, en el despeñadero ídem ídem. Y Myriam, aún devota de la poesía y la vibra rilkeanas, tuvo la sensación de cumplir una deuda con la adolescente sensible.

Entiendo esa locura. Yo me he santiguado ante el sepulcro de Rosario Castellanos, César Vallejo, William Shakespeare. Ante el aire montevideano de Idea Vilariño. He dicho de memoria poemas suyos. Qué feliz provocación, quedarme a vivir en su contundencia. Y me falta saludar el túmulo de Miguel Hernández. De Wyslawa Szymborska. Son parte de mi bagaje imprescindible.

Desde hace días me crece por minuto la emergencia de ir a Duino. Clavada como soy, ahora tengo una obsesión fresca, que me sube del píloro. Cómo no sangrarme las rodillas para repetir frente al océano esta benditidad, de Las Elegías: “[...] por qué tener que ser humano? [...] / porque ser —estar— aquí es ya mucho; / y porque parecemos necesarios a todas estas cosas de aquí, / tan huidizas, que tan extrañamente nos requieren— / a nosotros, los más efímeros de todos, / una vez cada una, sólo una vez; una vez y no más, / y nosotros también sólo una vez y nunca más. Pero este haber estado una vez, aunque sólo haya sido una vez —el haber tenido una existencia terrenal, / no parece que pueda revocarse”. Pinche Rilke. Pinche Myriam.