Hagamos una revisión de los procesos electorales, políticos y diplomáticos de relevancia en los últimos días en algunos países de la región latinoamericana.
Empecemos con las elecciones intermedias de renovación parcial del Congreso en Argentina. El triunfo de La Libertad Avanza, el partido del presidente Javier Milei, fue contundente. Recordemos que Milei llegó prácticamente sin respaldo legislativo a la presidencia argentina en 2023. Si bien todavía quedó lejos de contar con mayoría propia, a Milei le alcanza para hacer negociaciones en mejores condiciones para impulsar leyes, mantener su veto sobre proyectos de ley que el Congreso apruebe y con los que no esté de acuerdo, o para evitar el juicio político. Las candidaturas oficialistas ganaron en la Provincia de Buenos Aires —un duro revés al último gran bastión del kirchnerismo—, así como en otros feudos peronistas y provincias de peso electoral. El mandato es claro: a pesar del discurso alienante de Milei, hay un reconocimiento a su conducción económica, con la reducción de la inflación, la disciplina fiscal, el crecimiento del país y un superávit por primera vez en una década. Con el guiño puesto en una eventual reelección en 2027, el mensaje es la disminución a la rijosidad de los últimos tiempos y la cooperación ante una presidencia que afianza su poder.
Por su parte, Bolivia está experimentando un proceso de cambio político de la mayor relevancia. Hace unos días asumió la presidencia Rodrigo Paz Pereira, tras imponerse en la segunda vuelta a Jorge Quiroga. Lo más llamativo del proceso electoral boliviano es que los conflictos internos del MAS (el partido político de Evo Morales) y el profundo desgaste de ese populismo autoritario, tras dos décadas de gobierno, dieron como resultado que —desde la primera vuelta presidencial— fuera evidente que, además de que el candidato del MAS no llegaría al balotaje, ese partido experimentaría un desplome legislativo, como en efecto sucedió.

Ahora sí, a transparentar concesiones
El hijo del también expresidente Jaime Paz Zamora llega con el mandato de revertir el legado destructivo del MAS: el desastre económico y la polarización social. Como signo de la nueva era política que se inaugura en el país, el Tribunal Supremo de Justicia de la nación andina determinó la absolución e inmediata liberación de Jeanine Áñez —la expresidenta que asumió el interinato ante la crisis política que llevó a la renuncia de Evo Morales, tras un viciado proceso electoral, y que se llevó en banda a la primera línea oficialista en la sucesión presidencial—, injustamente encarcelada desde marzo de 2022, a pesar de que en su momento había sido respaldada por una interpretación del Tribunal Constitucional, por el supuesto de vacío de poder, para ocupar, de manera interina, la Presidencia de Bolivia. El gobierno del presidente saliente, Luis Arce, detonó los procesos correspondientes para el “castigo ejemplar” a la opositora Áñez, quien ahora recupera su libertad.
Por último, algo habla muy bien tanto de Paz como de su homólogo Gabriel Boric: un presidente chileno asistió, por primera vez en casi 20 años, a la investidura de un presidente boliviano. Un hito histórico y un enorme acierto diplomático de Boric y Paz.
Y a propósito de relaciones diplomáticas entre países latinoamericanos, se presentó un nuevo desencuentro entre México y Perú. Si bien a México —como a cualquier Estado— le asiste el derecho de asilar a quien considere conveniente, ¿qué necesidad tiene nuestro país de seguir interfiriendo en los asuntos internos del Perú? El último capítulo es el asilo, en la embajada mexicana en Lima, de la exprimera ministra Betssy Chávez, lo cual tuvo como consecuencia que el Congreso peruano declarara persona non grata a la Presidenta mexicana.

