No van a la escuela los niños que son desplazados por el crimen organizado, o los que tuvieron que, a partir de la pandemia, incorporarse al mercado laboral y dejaron sus estudios y nunca más regresaron; tampoco asisten a clases los estudiantes cuyos maestros, particularmente de la CNTE, hacen bloqueos y manifestaciones para buscar beneficios propios sin importarles dejar a los niños y niñas sin sus clases.
De igual manera, no van a la escuela algunos estudiantes de universidades que hoy están en huelga.
La deserción escolar ha tenido un aumento y, como lo publicó ayer La Razón, en muchos casos está relacionado con el crimen organizado.

Reconocimiento al Ejército
Según la Secretaría de Educación Pública (SEP), los números publicados en septiembre, revelan que los índices de abandono escolar en los niveles de educación básica y en media superior aumentaron entre los ciclos del 2022 al 2023 y el del 2023 al 2024.
El nivel medio superior, según la SEP, es el que reporta los niveles más altos de abandono escolar, con 11.2 por ciento de la matrícula en el ciclo 2022-2023 y 11.3 por ciento en el ciclo 2023-2024.
Le sigue la secundaria, que durante el ciclo 2022-2023 reportó que 3.2 por ciento de su matrícula desertó, cifra que creció a 3.7 por ciento en el periodo 2023-2024.
Y en primaria dicen que la deserción escolar aumentó un 0.6 por ciento en el ciclo escolar 2023-2024, con respecto al año anterior.
Lo cierto es que las cifras reales superan por mucho estos números, y es que una cosa es que los estudiantes estén matriculados y otra es que acudan a sus clases. La discrepancia entre la matrícula y la asistencia efectiva oculta un problema estructural que no está siendo atendido.
En numerosos hogares, los padres mantienen la inscripción escolar para recibir becas o apoyos económicos, pero los menores no están acudiendo a la escuela.
La deserción educativa se está midiendo con parámetros imprecisos: se contabiliza quién cursa un grado y no regresa al siguiente, pero se deja fuera a todo un universo de niñas, niños y adolescentes que están formalmente inscritos, pero ausentes de las aulas.
La triste realidad es que en México hay por lo menos 6.4 millones de niños fuera del sistema educativo.
Al analizar el panorama completo, surge un dato desolador: el 18 por ciento de las personas entre 3 y 18 años en México está fuera del sistema educativo. Esta cifra triplica el número que suele citarse públicamente. Esta medición proviene del levantamiento censal casa por casa, donde se identifica directamente si los menores asisten o no a la escuela.
COMPARECENCIA EN EDUCACIÓN

Ahí surge la cifra real de 6.4 millones de personas que no están incorporadas al proceso educativo cotidiano, aunque algunas aparezcan en registros administrativos.
Las causas de abandono escolar son distintas para niñas y niños, reflejando desigualdades históricas.
Entre las niñas, la principal razón está vinculada al embarazo adolescente, seguido del trabajo no remunerado en el hogar y la responsabilidad anticipada del cuidado familiar. Para los niños, la principal causa del abandono es la necesidad de incorporarse al mercado laboral informal, muchas veces en actividades de baja remuneración y sin derechos laborales mínimos.
El abandono escolar se incrementa conforme avanza la trayectoria educativa. Los niveles de secundaria presentan ya una pérdida importante de estudiantes y el fenómeno se agrava en la educación media superior, donde se registra la mayor fuga de talento.
La estadística es elocuente: de cada 100 menores que ingresan a primaria, sólo 26 llegan a terminar la universidad. El país pierde así 74 por ciento de su potencial humano.
La falta de recursos económicos es un motor constante del abandono escolar, pero en muchas regiones del país este factor convive con entornos marcados por la presencia del crimen organizado.
Miles de adolescentes no pueden cruzar territorios para asistir a la escuela sin que arriesguen su vida; en otros casos, el crimen organizado hace todo lo posible para incorporarlos a sus filas.
No sólo preocupa cuántos niños están fuera de la escuela; también preocupa qué están aprendiendo quienes sí asisten. Tras la pandemia, México dejó de medir un par de años el nivel educativo de sus estudiantes.
Los datos más recientes de la prueba PISA 2022 señalan que dos de cada tres estudiantes en México no alcanzan el nivel básico de aprendizajes en matemáticas.
En esta prueba, México obtuvo 126 puntos menos que Japón, el país mejor evaluado. Y quedamos sólo seis arriba de Colombia, el último lugar de la OCDE.
México es el tercer país peor evaluado de la OCDE en matemáticas y comprensión lectora, y el país con el peor puntaje en ciencia.
En matemáticas, México retrocedió a niveles similares a los de 2003. Hay una caída de -24 puntos en comparación con las evaluaciones del 2009 y de -14 en comparación con las de 2018.
La SEP anunció que ya se aplicó la nueva prueba PISA 2025, pero solamente se hizo a 7 mil 847 estudiantes en 297 escuelas y muchas instituciones privadas. Los resultados estarán listos a finales de año, pero el sesgo es evidente.
Hoy la OCDE coloca a México entre los países con mayor rezago educativo y la brecha de la desigualdad es cada día mayor. Por ejemplo, en entidades como Chiapas y Oaxaca, sólo una de cada cuatro escuelas tiene acceso a Internet. En cambio, en estados industrializados como Nuevo León o en la Ciudad de México, la conectividad en Internet es prácticamente universal.
Lo más grave es que miles de escuelas ni siquiera cuentan con servicios básicos: agua potable, baños, infraestructura mínima.
La situación educativa en México está en estado de emergencia. El país está perdiendo a millones de niñas, niños y jóvenes, no sólo porque no asisten a la escuela, sino porque quienes sí van no están aprendiendo lo mínimo para poder destacar en un futuro y tener mejores condiciones de vida.
Eso sí, lo que sí hace el programa de La Nueva Escuela Mexicana, a través de sus libros de texto, es adoctrinar a los estudiantes, porque para algunos políticos es más importante tener a estudiantes adoctrinados a que aprendan lectoescritura y matemáticas.
Una tragedia para las nuevas generaciones.
