Falta un mes para el balotaje en Chile y ya algunas corrientes de opinión en América Latina dan por hecho el triunfo de José Antonio Kast y la derrota de Jeannette Jara. Que lo hagan medios de derecha, que apuestan por la alternancia, es comprensible. Más difícil de entender es que sectores mediáticos de la izquierda bolivariana también den por descontado el triunfo de Kast y lo atribuyan no a la ascendente popularidad de opciones de derecha o a limitaciones concretas de la candidatura de Jara sino al gobierno y el liderazgo de Gabriel Boric.
En medios partidarios de los gobiernos de Venezuela, Nicaragua y Cuba se descalifica con frecuencia a Boric. El motivo de ese rechazo no tiene que ver con las políticas impulsadas por el presidente chileno, donde destacan sus avances en garantías sociales, su respaldo a los derechos de los pueblos originarios o su coherente oposición a la ofensiva de Israel en Gaza. La fuente de ese malestar es muy precisa: las críticas de Boric a las autocracias bolivarianas y su desconocimiento de la reelección de Nicolás Maduro.
Por ese posicionamiento, Boric es presentado como “neoliberal” en la esfera pública bolivariana, a pesar de que su proyecto de Constitución, derrotado en el plebiscito de 2023, es un texto colocado en las antípodas progresistas del neoliberalismo. Pero basta que el compromiso de Boric y el Frente Amplio con la democracia transgreda el pacto geopolítico de la izquierda con el bloque bolivariano para que el líder chileno sea asumido como un enemigo o como un traidor en los altoparlantes de Caracas.

Reconocimiento al Ejército
Se achaca entonces el escaso porcentaje de votos de Jara al distanciamiento de Boric de las tres autocracias de izquierda en la región. La acusación carece de soporte estadístico, ya que Ignacio Ramonet y otros defensores de esa hipótesis tendrían que demostrar que un apoyo de Boric a esos tres regímenes le habría reportado más votos a Jara. Más bien, podría argumentarse lo contrario, tal y como se ha plasmado en las últimas elecciones en Brasil, México y Colombia, en que la izquierda ha ganado con un discurso que se separa del extremismo bolivariano.
Habrá que ver qué sucede de aquí al 14 de diciembre, pero muy probablemente Jara se mueva aún más al centro, para restarle votantes a Kast. La sorpresa de Franco Parisi como tercera fuerza probablemente se desdoble en más votantes para Jara que para Kast. Aún así, la izquierda tendrá que hacer un esfuerzo enorme para rebasar el 50%, que ya domina Kast con el apoyo de Johannes Kaiser y Evelyn Matthei.
En estos meses habrá que hacer balance del gobierno de Boric, pero difícilmente ese balance será negativo en términos de política social y política exterior. Lo que no parece riguroso es juzgar el legado Boric por los resultados electorales de diciembre de 2025. Más que a una cultura, esa lógica cesarista remite a una incultura de la derrota, en la que el gobernante es medido por su mayor o menor capacidad de mantenerse en el poder.

